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Receta de salsa de espinacas para pasta

Deliciosa, sana, nutritiva

Foto por Maddy Morrison

Foto por Maddy Morrison

Por Maddy Morrison

En esta cuarentena muchas personas, aprovechando el tiempo en casa, se han interesado en la cocina. Aunque con el paso de los meses, quizá la emoción por cocinar ha decaído un poco y el reto de planear un menú saludable, variado y apto para toda la familia se ha vuelto un desafío cada vez más difícil.

Hoy quiero hablarles de un alimento muy versátil, fácil de conseguir y al que le podemos sacar mucho provecho al prepararlo de diferentes maneras: las espinacas. Estas se pueden comer en ensaladas, jugos y smoothies verdes, sopas, guisados y más. 

Las espinacas tienen muchos beneficios para nuestro cuerpo. Combaten la anemia, pues contienen hierro. Son antioxidantes, por lo que ayudan a prevenir el cáncer. Gracias a su alto contenido de fibra, ayudan a la digestión. Además de aportar al óptimo funcionamiento de nuestro cerebro y sistema inmune. 

Sin embargo, es bien sabido que estas hojas verdes, no tienen un sabor muy popular entre los niños y algunos adultos. Recordemos que no solo se trata de comer lo que es bueno para nuestra salud sino también de encontrar maneras de disfrutarlo.

Por eso hoy quiero compartir con ustedes esta maravillosa receta a base de espinacas. Lo mejor es que esta deliciosa salsa se puede usar para untar en rebanadas de pan, para la base de una pizza o acompañando una rica pasta o con cualquier proteína.

Espero que la disfruten.

Salsa de espinacas para pasta.

Ingredientes:

  • 1 cebolla.

  • 4 dientes de ajo.

  • 2 tazas de espinaca (cruda).

  • 1/2 taza de roux blond (1/4 taza de mantequilla + 1/4 taza de harina). 

  • 1 aguacate grande o 2 chicos.

  • 1 taza de agua.

  • Aceite de oliva.

  • Sal al gusto.

  • Hierbas (albahaca, romero, tomillo). 

  • 1 jitomate picado en cubitos.

Opcional: agrega champiñones rostizados, pollo cocido o queso con el jitomate picado.

Utensilios: 

  • Licuadora.

  • Cuchillo.

  • Tabla para picar.

  • Sartén grande. 

  • Batidor

  1. Pica finamente el ajo y la cebolla.

  2. Fríe en aceite de oliva hasta que se vuelvan transparentes (no café ni dorado).

  3. Remueve el ajo y la cebolla del sartén. Reserva para después. 

  4. En tu sartén limpio, cocina por un minuto la espinaca con 1/2 taza de agua.

  5. Retira las espinacas del fuego y batelas en tu licuadora junto con el agua. Agrega el aguacate y bate hasta que se forme una mezcla uniforme.

  6. Vierte la mezcla en el sartén y agrega el roux blond. Revuelve la mezcla con tu batidor hasta que el roux blond se disuelva completamente. Probablemente necesites agregar más agua a la mezcla. 

  7. Una vez que logres una mezcla homogénea, agrega el ajo y cebolla que habías reservado. 

  8. Sazona con las hierbas y sal al gusto. 

  9. Agrega el jitomate picado y el queso.

  10. Deja que hierva por 5 minutos. 

  11. Sirve la salsa sobre la pasta de tu preferencia.

NOTA:  Puedes usar esta salsa en pizzas, lasagna o como aderezo para pan. 

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La comida, la mejor medicina

...y el descanso, el mejor suplemento.

Foto por Maddy Morrison

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Por Cynthia Ramírez

A lo largo de mi vida he padecido varios problemas de salud relacionados con el funcionamiento de mis intestinos. Esto me ha llevado a buscar estrategias prácticas e inteligentes para resolverlo y a profundizar en mis estudios sobre nutrición a través de entrenamientos y certificaciones. 

Con el tiempo descubrí varias cosas. Primero, que había muchos huecos en mi educación acerca de cómo alimentarme de forma saludable. Segundo, que la comida es la mejor medicina que Dios nos ha regalado a través de su creación. Tercero, que la nutrición es una de las piezas más importantes de la salud integral. Y por último, que un descanso adecuado es el mejor suplemento de una buena alimentación. 

Entonces, si quiero hacer cambios en distintas áreas de mi vida, la comida y el descanso deben ser lo primero en la lista. Por eso, hoy te comparto algunas lecciones importantes que he aprendido:

La salud de nuestro cuerpo tiene mucho que ver con cómo lo alimentamos. 

Lamentablemente la relación de nuestra sociedad con la comida está quebrantada. En vez de ser considerada una bendición, se ha vuelto un objeto de esclavitud. Este no es el propósito original con el que fue creada. 

El diseño de Dios se manifiesta de forma intrínseca en toda la creación. Fuimos creados para conectarnos y beneficiarnos con lo que nos rodea. Aprendemos, crecemos y experimentamos la transformación de Dios al recibir los regalos que Él tiene para nosotros en la creación, incluyendo las plantas y la extensa variedad de alimentos. 

Sin embargo, hoy en día la solución a los problemas de alimentación ya no es tan simple como comer más frutas y verduras. En nuestra cultura industrializada hay muchas sustancias adicionadas en los alimentos como: fertilizantes, pesticidas y conservadores. 

Además hemos mermado las tierras cultivables y contaminado tanto el planeta que debemos ser cuidadosos e informarnos bien antes de comprar o comer algo, siempre buscando las opciones más naturales.

Muy a menudo creemos mentiras con respecto a la comida. 

En años recientes los médicos han desmentido el modelo de nutrición que por muchos años rigió el consumo y la producción de la industria alimentaria. 

Como producto de ese modelo, surgieron los productos light y bajos en grasa, que supuestamente eran mejores para la salud; pero al pasar los años se dieron cuenta de que los azúcares que adicionan a este tipo de productos son aún más dañinos que las grasas de origen animal que pretendían sustituir. 

Este suceso nos deja una gran lección, lo más importante no es el número de calorías que consumimos sino la calidad de los alimentos que metemos a nuestro cuerpo.

Al igual que esta, hay otras mentiras que determinan nuestra percepción de la comida. Algunas son culturales, otras familiares y personales. Por eso, es muy importante detenernos a cuestionar estas percepciones, escuchar a nuestro cuerpo y elegir con sabiduría de la enorme riqueza que Dios nos ha brindado a través de la tierra.

La comida puede ser medicina para nuestro cuerpo o un factor de enfermedad. Es indispensable que entendamos la diferencia y la única forma de hacerlo es estar bien informados en temas de nutrición y salud.

La Biblia dice que conocer la verdad nos hará libres y descubrir qué es lo mejor para nuestro cuerpo en relación a la comida, da una libertad maravillosa. 

Tener ritmos de descanso es esencial. 

Aunque llevemos la mejor alimentación del mundo, hay funciones esenciales que nuestro cuerpo realiza solo mientras dormimos. Así que nuestras horas de sueño son irremplazables.

Ir a dormir cada noche es un gran acto de fe. Cuando cerramos los ojos y nos rendimos totalmente a la autoridad y soberanía de Dios, permitimos que nuestro cuerpo descanse, se regenere y haga lo que fue diseñado para hacer.

Es importante tener ritmos de descanso en nuestra vida: dormir siempre a la misma hora, trabajar seis días y descansar uno, además de tomar vacaciones por lo menos una vez al año. No tiene que ser un viaje costoso, cambiar de aire siempre reanima. Seamos creativas y disciplinadas para lograr estos ritmos de descanso.

Reconocer nuestra responsabilidad y dejarle el resto a Dios.  

Hoy entiendo que la respuesta a mis problemas de salud es una combinación entre mis buenas o, más bien, “mejores” decisiones y la abundante gracia de Dios para mí cada día. 

Sin importar nuestros antecedentes, estatus socioeconómico o lugar de residencia, un estilo de vida saludable está al alcance de todos. Aún así, siempre habrá cosas que no podemos controlar. 

No debemos permitir que aquello que está fuera de nuestras manos nos robe el gozo. Dios es bueno y soberano. Nos ama como nadie y aunque las cosas no siempre salen como nosotras queremos, Él sigue siendo bueno. Podemos confiar en Él y en su plan para nosotras. 

Es cuestión de encontrar las opciones que funcionen mejor para nosotras y nuestras familias. Seamos buenos mayordomos de lo que Dios nos ha dado, hagamos nuestra parte al comer bien y tener hábitos saludables mientras confiamos y descansamos en que Él hará el resto.

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La vida antes de nacer

¿Sabías que los primeros nueve meses de tu vida son los más importantes de toda tu existencia?

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(Adaptado de datos científicos provistos por Heritage House 76, Inc.)

De las 45 divisiones celulares que ocurren antes de llegar a ser adultos, ¡41 toman lugar antes de nacer! He aquí algunos momentos estelares en el principio de tu vida:

Día 1: Aunque su tamaño no es más grande que el de un grano de azúcar, las instrucciones genéticas de papá y mamá actúan juntas para iniciar la formación de un individuo nuevo y único. La primera célula empieza a dividirse en dos y así sucesivamente.

Día 18: El corazón se forma; los ojos se desarrollan.

Día 20: Se ponen las bases del cerebro, la espina dorsal y el sistema nervioso.

Día 24: El corazón empieza a latir.

Día 28: Los brazos y piernas inician su desarrollo y los músculos a lo largo de la espina dorsal.

Día 30: El bebé ha crecido 10 mil veces sobre su tamaño inicial. La sangre circula en sus venas, se separa de la sangre materna.

Día 35: La glándula pituitaria se forma en el cerebro. La boca, los oídos y la nariz adquieren su forma.

Día 40: El corazón produce el 20 por ciento de la energía de un adulto.

Día 42: El esqueleto está formado. El cerebro coordina el movimiento de los músculos y órganos. Respuestas reflejas aparecen. En los varones el pene empieza a formarse.

Día 43: Se pueden captar grabaciones de las ondas cerebrales.

Día 45: Comienzan movimientos espontáneos. Aparecen brotes de los dientes de leche.

Séptima semana: Ahora los oídos se parecen a los de la familia.

Octava semana: Todos los órganos del bebé están presentes. El corazón late firmemente. El estómago produce jugos digestivos. El hígado fabrica las células sanguíneas.  Los riñones empiezan a funcionar. El niño está bien proporcionado en escala miniatura; mide 3 centímetros de altura.

Novena semana: El niño puede tomar con sus dedos un objeto colocado en la palma de su mano. Las uñas se empiezan a formar. Se chupa el dedo.

Décima semana: El cuerpo es sensible. El bebé traga, frunce el entrecejo, mira de soslayo.

Onceava semana: El bebé orina. Forma expresiones complejas con la cara.

Doceava semana: Actividad vigorosa. Puede patear, voltear los pies, abrir los dedos, formar un puño, mover la cabeza, abrir la boca y cerrar fuertemente los labios.

Treceava semana: La cara es más bonita. Los movimientos son graciosos. Los órganos sexuales son aparentes. Se forman las cuerdas vocales (aunque el bebé no puede llorar sin aire).

Cuarto mes: Puede coger cosas con las manos, nadar y hacer marometas.

Quinto mes: La madre siente el movimiento del bebé. Se nota que duerme en ratos. El niño responde a sonidos demasiado altos o bajos para el oído adulto.

Sexto mes: Las cejas y cabeza tienen un vello fino. Aparecen las pestañas. alcanza la altura de unos 23 centímetros y pesa unos 640 gramos.

Séptimo mes: Los ojos miran por todos lados. Reconoce la voz de mamá.

Octavo mes: El peso aumenta y el espacio para el bebé se pone apretado.

Noveno mes: El bebé da la señal para el parto y nace, usualmente de 255 a 275 días después de la concepción.

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El ejercicio en la vida del adulto mayor

El Departamento de Terapia Física de la University of British Columbia habla de los muchos beneficios del entrenamiento de resistencia para los adultos mayores

Foto por Diana Gómez

Foto por Diana Gómez

Por Nancy Tecuatl

Envejecer es un proceso inevitable e irreversible. Con la edad viene, en muchas ocasiones, la disminución progresiva de la capacidad funcional del cuerpo. La velocidad de reacción y de los movimientos decrecen, así como la flexibilidad y la fuerza.

La calidad de vida del adulto mayor se ve seriamente afectada en el momento en que se vuelve imposible, doloroso o toma mucho más tiempo del necesario realizar tareas cotidianas como subir y bajar escaleras, hacer las compras, recoger objetos del suelo e incluso el aseo personal.

Con el tiempo, la frustración, tristeza, desesperación e incluso la depresión afectan no solo al adulto mayor sino también a aquellos que conviven con él de cerca. 

Según el doctor Joseph Mercola, en su artículo “Guía de Ejercicios Básicos para Adultos Mayores”, las caídas son una de las causas más frecuentes de fracturas y lesiones cerebrales traumáticas en los adultos mayores, las cuales pueden llegar a ocasionar la muerte. 

Muchas de las personas que han sufrido traumatismos por caídas, tienen miedo de volver a caerse. Y esto los lleva a que, para evitar ponerse en riesgo, limiten sus actividades físicas y se vuelvan muy sedentarios, sin darse cuenta de que esto los pone en un riesgo aún mayor. 

Practicar ejercicio moderado es una de las mejores formas para prevenir caídas. Esto puede ayudar a mejorar el equilibrio, la coordinación, la flexibilidad y la fuerza, reduciendo así las posibilidades de caerse.

Hay muchos ejercicios que pueden ayudar a que los efectos del envejecimiento no ocurran a tan temprana edad o que disminuyan la velocidad de su avance. La edad no es excusa para no hacer ejercicio. Existe una gran variedad de opciones pensadas específicamente para el adulto mayor.

Al hacer ejercicio, los adultos mayores deben trabajar diferentes capacidades, por ejemplo las descritas por Zimmermann, K. en Meinel y Schnabel:

  1. Equilibrio: Capacidad que nos permite mantener o volver a colocar todo el cuerpo en estado de equilibrio, durante o después de cambios mayores en la posición del mismo. Ejercicios sugeridos: caminar sobre una línea marcada en el suelo con los brazos laterales, elevar una pierna a la vez estando de pie.

  2. Orientación: Capacidad que determina y modifica la posición y los movimientos del cuerpo en el espacio y en el tiempo, en relación a un campo de acción definido. Ejercicio sugerido: lanzar y atrapar una pelota en parejas.

  3. Ritmo: Se entiende como la habilidad para registrar y reproducir motrizmente un ritmo dado. Ejercicios sugeridos: marchar en su lugar al ritmo de las palmadas o con desplazamiento a la señal del instructor, bailar. 

  4. Capacidad de reacción: Con esta se puede inducir y ejecutar rápidamente acciones motoras breves y adecuadas en respuesta a una señal, donde lo importante consiste en reaccionar en el momento oportuno y con la velocidad apropiada de acuerdo a la tarea establecida. Ejercicios sugeridos: realizar un movimiento o cambio de dirección a la voz del instructor.

  5. Diferenciación kinestésica: Es la facultad para lograr una coordinación muy fina, la cual se manifiesta en una gran exactitud del movimiento. Ejercicios sugeridos: patear la pelota hacia un compañero, tratar de atinar a un objeto como lanzar una pelota dentro de un balde.

Por otro lado, los ejercicios de resistencia tienen muchos beneficios para prevenir el debilitamiento de los músculos, la pérdida de masa muscular, la limitación del rango de movimiento, dolores y malestares. 

Las caminatas ligeras no son suficientes para mantener el tono muscular, huesos saludables, buen equilibrio y postura. Es indispensable un programa que incluya entrenamiento de fuerza. Por ejemplo ejercicios de estiramiento, otros usando el propio peso corporal o con ligas y pelotas.

El Departamento de Terapia Física de la University of British Columbia habla de los muchos beneficios del entrenamiento de resistencia para los adultos mayores, que incluyen:

  1. Mejora del sueño.

  2. Menor riesgo de enfermedades cardiacas, derrames cerebrales, diabetes tipo 2, depresión, demencia senil, cáncer y muerte prematura por cualquier causa.

  3. Prevención de caídas y fracturas.

  4. Mejora del estado de ánimo y la actitud en general.

 El entrenamiento de resistencia aumenta la producción de las proteínas responsables del crecimiento celular llamadas factores de crecimiento. Estos promueven la regeneración de las neuronas, lo que explica por qué ejercitar los músculos también beneficia al cerebro y ayuda a prevenir la demencia senil.

En conclusión, el ejercicio no solamente mejora la salud física del adulto mayor, también le ayuda a mantener una buena salud mental y puede ser una buena oportunidad para fomentar el contacto social. Todo esto contribuye a que continúe con sus actividades diarias de manera independiente por más tiempo. 

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Por la fe, María… y nosotros

Somos discípulos de Cristo

Foto por Erick Torres

Foto por Erick Torres

Por Carmen Quero

«Poco dice la Biblia acerca de María, la de Nazaret» repiten los estudiosos, como si solo pudiera hablarse de alguien con palabras. Es verdad que los Evangelios no se explayan más allá de veinte frases respecto a ella. Sin embargo sus actos, su caminar y sus decisiones son más elocuentes que un texto profuso.

María, la mujer conmocionada. Desde la pregunta honesta y llana: «¿Cómo será esto?», hasta el Magníficat en sucesión de textos antiguos inspirados, María expresa lo que vive con todo su ser en un fruto espontáneo de adoración y de su conocimiento del Altísimo. Cualquiera que fuera el escenario o el interlocutor, su figura se pone en pie en el espacio insondable de la Creación, hallando el coraje en los diecisiete músculos de su lengua y en cada fibra de su forma femenina.

María, el recipiente. En el instante en que Dios dictó el proyecto de Salvación, surgió ella con su cuerpo receptivo y espíritu dispuesto. Sin preámbulos, encaminados a Belén sobre el lomo de un burro, se deslizó la virgen panzona. El viaje apresurado en la noche, sin preparativos, apenas consciente de su estado nos pinta a una chica a todo terreno. 

María, la madre. Fugitiva, introspectiva. Tan bien nutrió al Hijo de Dios (desde lo material hasta el interior de su carácter), que un escritor sagrado lo definió como un niño más y más fuerte en lo físico, más y más sabio en espíritu y envuelto en la gracia de Dios.

Volcada en la profundidad de sí misma como en la empatía hacia los demás, acude a Elisabet, la igualmente bendecida. Asiste a las bodas del amigo. Sangra por la espada del Calvario. Sube al piso alto con los que creen y oran. Ella es toda una presencia, con voz y voto. 

De pronto, me sacudo el sopor de los misterios y me ubico en el presente, a milenios de distancia. Los usuarios de Internet, los que beben refrescos con gas, los que duermen la siesta con aire frío o caliente a selección, los que aplauden al campeón de camiseta bicolor… O tal vez ya ni eso, porque hemos perdido la normalidad tras nuevas palabras: pandemia, confinamiento, aislamiento, alvéolos, hisopado, mascarillas… 

Con la sencillez de la que dio a luz a la Luz del mundo, en medio de toda esta situación, el sentido de nuestra existencia se descubrirá como el potente modo de operar de un Dios extraordinario.

Si la bienaventuranza descendió como una sombra protectora sobre aquella que creyó, sobre nosotros también será posible el derecho de habitar bajo la nube en el desierto que atravesamos, al abrigo del Omnipotente que palpaba el salmista.

Por la fe, María, sin dejar de ser madre, obtuvo un mejor status: discípula de Jesús. Por la fe, nosotros, si creemos, somos nombrados por Él con lazos de sangre: «Mi madre y mis hermanos son los que oyen la palabra de Dios y la ponen en práctica» (Lucas 8:21). 

Insertados en la comunidad de fe, en «los suyos», como en María, Cristo es formado en nosotros. Él no nos ha recortado ningún aspecto de su gracia. 

¡Evoquemos y disfrutemos estos rayos de alegría y este resplandor de esperanza, en nuestra Navidad 2020!

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La Navidad y la bulimia

Jamás olvido como eran aquellos días en donde los problemas de conducta alimenticia me tenían cautiva

Foto por Betty Guerra Perdomo

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Por Pam Trujillo

Durante años, permití que el trastorno alimenticio me robara la esencia de la Navidad, siempre preocupada por lo que comería, en donde lo vomitaría y buscando la ropa más holgada para no mostrar absolutamente nada de mi cuerpo. Quizá para mi familia era un día de celebración, comida deliciosa y regalos, pero para mí era tortura mental.

Conforme fueron pasando los años e iba descubriendo mi identidad en Cristo, caminaba en la libertad que Él compro para mí. Poco a poco mejoré de la bulimia, hasta que un día eso quedó en el pasado. 

La Navidad ahora es una de las mejores fechas. Me emociona poder ayudar en la preparación de galletas con mi mamá, escoger mi ropa favorita para usar ese día y descubrir las sorpresas que con tanto amor mi familia compró para mí.

Y es que así es Jesús. Él puede cambiar el llanto en gozo y convertir un día de tortura mental en uno lleno de amor y alegría.

Jamás olvido como eran aquellos días en donde los problemas de conducta alimenticia me tenían cautiva, porque al igual que yo, muchas chicas en este momento están aterradas ya que se acercan estas fechas de reuniones familiares, de dar explicaciones o tener que ocultarse de todos para que no descubran su secreto.

Hoy te quiero compartir lo que me habría dicho a mí misma hace unos años: 

1.  Los momentos son únicos y la vida es efímera. ¡Disfrútala al máximo!

2.  Eres única. No te compares. Un número en la báscula no determina tu valor.

3.  Es tiempo de pedir ayuda y comenzar a caminar en tu sanidad. Muchas personas a tu alrededor te aman y están esperando ayudarte. 

4.  La Navidad no fue diseñada para ser una tortura sino para ser un día de amor, alegría y libertad.

5.  La comida es deliciosa y lo sabes. Vence ese temor a comerla y disfrutarla como nunca. 

Mi deseo más grande es que las chicas que atraviesan por estos problemas puedan encontrar en Jesús su identidad y su sanidad para que cada Navidad deje de ser una tortura y se convierta en los días más esperados del año. 

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Nutrición satisfactoria

Demos prioridad a las personas antes que a nuestras ocupaciones, para que ellos también tengan la oportunidad de recibir nutrición para su alma

Foto por Liz Pagliuco

Foto por Liz Pagliuco

Por Maddy Morrison

En un buffet normalmente llenamos varios platos con comida. Nos servimos mucha pasta, no podemos olvidar algo de elote y apilamos unos cuantos bollitos de mantequilla en la orilla del plato. 

Sin darnos cuenta, hemos llenado un plato solo con carbohidratos. Así que nos servimos otro, esta vez solo con carne. Nos servimos pollo, costillas, jamón y, tal vez, hasta una hamburguesa. Después de todo, ¡es un buffet!

Contrario a nuestra vida diaria, en la que normalmente comemos solo un plato de comida, en un buffet podemos comer hasta estar más que satisfechos. Incluso, nos servimos un plato solo de postres.

Esto me hace recordar uno de los temas que se trata en el libro de Eclesiastés: la idea de no estar satisfechos. Esta insatisfacción se presenta hacia el trabajo que ejercemos, la comida o bebida que hay en nuestra mesa o incluso con los hijos que tenemos. 

Como cristiana y cocinera profesional, me doy cuenta de que mi relación con la comida es diferente a la de los demás. En el mundo de la alta cocina, las estrellas Michelin y los críticos culinarios, convertirse en una sensación del internet y lograr platillos inmaculados es la meta para cada chef. Nunca estamos realmente satisfechos, siempre hay algo más que queremos, un estándar más alto que alcanzar. 

Sin embargo, como cristianos se nos anima a disfrutar de las cosas simples que Dios nos ha dado, a participar de la comunión en la familia de Dios, a detenernos a partir el pan para reflexionar y a estar satisfechos con cualquier cosa que el Señor nos ponga enfrente. 

¡Qué gran contraste! Estos son los dos mundos en los que vivo: mi fe y mi carrera.

Muchos a mi alrededor alaban la rapidez con la que los cocineros preparan los alimentos. Suponen que lo que a una persona normal podría tomarle tres horas, a mí debería tomarme solo una. Pareciera que piensan que no disfruto el proceso de cocinar, creen que solo cocino para llegar al producto final.

En mi caso, no es así. Cocinar como una máquina de producción me parece una forma triste de ver la comida.

Por otro lado, hay quienes caen en el otro extremo (como también me ha pasado). Se sientan a la mesa y solo comen para obtener energía. Cuentan calorías, ingieren el mismo platillo todos los días o comen en silencio y solos. Su comida tal vez no tenga mucho sabor, y su tiempo en la mesa carece de compañía, pero hacen apenas lo suficiente para que sus cuerpos funcionen por las siguientes tres horas. 

Esa también es una forma triste de ver la comida.

En Eclesiastés encontramos la siguiente comparación:

“Hay un mal que he visto debajo del cielo, y muy común entre los hombres: El del hombre a quien Dios da riquezas y bienes y honra, y nada le falta de todo lo que su alma desea; pero Dios no le da facultad de disfrutar de ello, sino que lo disfrutan los extraños. Esto es vanidad, y mal doloroso” (Eclesiastés 6:2).

Existen dos tipos de personas: Por un lado, el hombre que no está satisfecho y por otro, el hombre que sí lo está, porque se deleita en todas las cosas. 

Imaginemos que a cada uno de estos hombres le dan una manzana. Uno de ellos se deleitaría con la cáscara de la fruta, amaría el jugo que se escurre por su barbilla con cada mordida y saborearía la dulzura en su boca. En cambio, el otro hombre la tiraría y desearía haber recibido un pay de manzana. Ambos alimentos son deliciosos pero solo el hombre satisfecho es capaz de saborearlos.

La nutrición es un proceso lento.

Cuando hablamos de nutrición, a menudo pienso en una madre amamantando a su bebé y la lentitud y calma del proceso. Vemos a la mamá dándole besos a su hijo mientras lo alimenta con la leche de su pecho. Mientras su bebé crece, ella celebra cada pequeño cambio en su hijo y también se entristece al darse cuenta que pronto ya no necesitará la leche materna. Si pensamos en esto, nos daremos cuenta que la nutrición no es un proceso acelerado.

Como adultos seguimos buscando nutrición aunque de maneras muy diferentes. De acuerdo con el Merriam-Webster´s Dictionary, ser nutrido significa suministrar o sustentar con nutrientes, para promover el crecimiento y mantener nuestra estructura y soporte. 

En una comunidad centrada en Cristo, buscamos que haya nutrición, ya sea a través de estudios bíblicos para mujeres, consejería matrimonial o a través de comer juntos después de los cultos dominicales. Empoderamos, promovemos y abogamos a favor del crecimiento mutuo.

Muy a menudo permitimos que los compromisos en nuestras agendas dirijan lo que hacemos. Contamos las horas, rechazamos invitaciones e incluso planeamos nuestros tiempos para comer pero no los respetamos debido a la carga de trabajo. Entonces nos saltamos comidas o terminamos comiendo un sándwich en el carro o en el transporte público para usar nuestro tiempo de la manera más eficiente posible. No nos damos el lujo de sentarnos en una mesa con cubiertos a comer con otros. De esta forma estamos priorizando nuestras tareas sobre la interacción humana. 

Como cocinera profesional, irónicamente, también he caído en esto. Los cocineros, con frecuencia, comemos sobre un bote de basura o parados junto al fregadero. Nos sentamos en el piso fuera del restaurante para comer algo nutritivo pero simple y rápido, solo para no desmayarnos en medio de un turno de 14 horas.

Creamos comida hermosa y también nos encanta comerla. Entendemos de manera más profunda el lujo de comer acompañado, pues creamos esta experiencia para nuestros comensales. 

Como chef es una de las cosas que más me duelen, pero es como he comido durante los últimos ocho años. Sentarse a comer a la mesa, observar el plato con amor antes de comerlo, disfrutar los rostros de las personas alrededor y preguntarles acerca de su día, se siente como un sueño imposible.

El ejemplo de Jesús

Jesús era un viajero y aunque también tuvo que ayunar e irse lejos para estar con su Padre, hay muchos registros en el Nuevo Testamento de que puso en pausa sus viajes para comer con otros. 

Jesús tenía la misión más importante, una que nadie más en el mundo podría cumplir, sin embargo, Él no se alejó de los demás. Se detenía y nutría su cuerpo al sentarse a la mesa con otros a comer. Incluso la noche antes de ser crucificado se tomó un tiempo para partir el pan con sus discípulos. 

En el evangelio de Marcos (2:13-17) se nos narra que junto con sus discípulos, Jesús fue a comer a casa de Mateo, un cobrador de impuestos, para invitarlo a que lo siguiera. En esos momentos en los que Jesús comía con otros, no solamente estaba nutriendo su cuerpo con alimento, también estaba nutriendo las almas de los que estaban con Él.

Además de buscar nutrirnos en nuestra comunidad cristiana, es vital comer con aquellos que quizá nunca han experimentado un acto de hospitalidad. Compartamos con ellos acerca de Aquel que nos ama sin medida. Demos prioridad a las personas antes que a nuestras ocupaciones, para que ellos también tengan la oportunidad de recibir nutrición para su alma. 

Puede que comer con otros ya sea parte de tu ritmo de vida. Quizá tienes el hábito de sentarte con tu esposo y el resto de tu familia a comer juntos, por lo menos una vez al día. Si es así, ¿cuál es la calidad de la comida? Con esto no me refiero a si las zanahorias están bien cocinadas o si la sopa se sirvió caliente. Más bien ¿cuál es la calidad de su tiempo juntos? 

Puede que también estés acostumbrado a compartir alguna comida con un extraño, un compañero de trabajo, alguna persona nueva en tu iglesia, o un vecino. Pero de nuevo te pregunto, ¿cuál es la calidad de la comida? ¿Estás comprometido con la conversación o estás distraído por las manchas en las tazas? ¿Estás todo el tiempo en la cocina mientras dejas a tus invitados solos en la mesa? ¿O estás pensando en todos los trastes que tienes que lavar una vez que los invitados se vayan?

En Lucas capítulo 10 se nos dice que Jesús fue a casa de Marta y María, que eran hermanas. Durante su visita, María se sentó a los pies de Jesús y lo escuchó. En ese momento María decidió darle más prioridad a estar con Jesús que a servirle. Por otro lado, Marta estaba estresada preparando todo para Jesús e incluso acusó a María por no ayudarla.

“Marta, por su parte, se sentía abrumada porque tenía mucho que hacer. Así que se acercó a él y le dijo:

—Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sirviendo sola? ¡Dile que me ayude! —Marta, Marta —le contestó Jesús—, estás inquieta y preocupada por muchas cosas, pero solo una es necesaria. María ha escogido la mejor, y nadie se la quitará”

(Lucas 10: 40-42). 

En este pasaje podemos ver que María prefirió nutrir su alma al sumergirse en las enseñanzas de Jesús. Cuando tenemos algún invitado en casa o cuando tenemos la intención de compartir el pan con otros, debemos comprometernos a escuchar y a estar presentes, para que se sientan amados y valorados. Estas acciones no solo nutren tu alma, también pueden nutrir el alma de tus invitados. 

Tal vez no te sientas cómodo recibiendo a otros en tu casa o ya vives con muchos familiares y no hay mucho espacio. Aún así, podemos encontrar a Dios en nuestra mesa, en el puesto de tacos de la esquina, en la barra de la cocina, en un restaurante de comida rápida y alrededor de una fogata en medio del bosque. En donde sea que elijamos nutrir nuestro cuerpo Dios se hará presente. 

Mi oración es que sin importar con quien decidas compartir los alimentos, el tiempo que dediques a hacerlo traiga felicidad y satisfacción a tu vida. Le pido a Dios que te nutra en compañía de otros y que reflejes al mundo lo mucho que Dios ha nutrido tu alma por medio de su hijo Jesús. 

Oro por que reflejes las enseñanzas de Jesús y sigas sus pasos de hospitalidad. Le pido a Dios que antes de encontrar el secreto para una maravillosa mezcla, atesores los ingredientes naturales, que aceptes las lágrimas que puede sacarte una cebolla, y que te asombres de todas las formas en las que se puede transformar un elote. 

Oro por que puedas aprovechar todas las habilidades que Dios te ha dado para cocinar, y honremos a los maestros de los que aprendiste. Le pido que sepas priorizar a la comunidad que Dios te ha dado y que experimentes verdadera dicha en el complejo acto de comer.

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Cómo cultivar la disciplina del agradecimiento en medio de un año tan complicado

No permitamos que nuestro anhelo por lo que aún no se cumple, nos impida arraigarnos y vivir como Jesús mismo lo hizo. 

Foto por Irais Téllez

Foto por Irais Téllez

Por Cynthia Ramírez

¿Vale la pena intentarlo? ¿Cuál es la invitación de Dios para nosotros? 

Algunas personas dicen que ser agradecido implica escoger lo que vemos. De alguna manera es como esconder las cosas incómodas, difíciles y sin solución, y poner nuestra atención sobre aquellas que nos hacen sentir bien.  Nos permite cerrar los ojos, ver praderas y oler las rosas en el viento.

Otros sugieren que ser agradecidos en medio del estrés, es simplemente aguantarnos lo que en verdad pensamos o sentimos y mantenernos callados o no quejarnos de más. Aprender a tener contentamiento con nuestras circunstancias, incluso si no son las que anhelamos. 

Barbara Brown Taylor en su libro titulado Aprendiendo a caminar en la oscuridad nos reta a considerar un tercer escenario: ¿Es posible aprender a caminar en la oscuridad? ¿Será la luz de Dios suficiente, aun en medio de la niebla?  

Al acercarnos al tradicional Día de Acción de Gracias (que se celebra en varios países) quizá estemos luchando para hallar un momento de encuentro honesto y realista con nuestro Creador, que sea respetuoso de su mano soberana. 

Para algunos ha sido el mejor año de su vida, pero no fue gratis. Todos hemos sido afectados y hemos tenido más pérdidas de las que podemos contar como sociedad, Iglesia y familias. Es posible que para muchos, esta temporada de Acción de Gracias sea la primera en varios años en la cual nos sentimos “despiertos” de nuevo (o tal vez por primera vez) al dolor, al regalo de la vida, de la amistad y de la verdadera adoración.  

Es cierto que el agradecimiento es un cambio radical de perspectiva y nos da lentes nuevos para lidiar con lo que trae cada día. En estos tiempos difíciles, puede marcar la diferencia entre florecer o solo sobrevivir. 

“La gratitud desbloquea la plenitud de la vida. 

Lo que tenemos lo vuelve suficiente, y más. 

Convierte la negación en aceptación, caos en orden, 

confusión en claridad. Puede convertir 

una comida en un banquete, una casa en un hogar, 

un extraño en un amigo”.

— Melody Beatti

Sin embargo, la disciplina de la gratitud es mucho más que un cambio de perspectiva. Es una nueva realidad. Es aprender a vivir en un hogar temporal. Es reconocer que nuestro anhelo de ver todas las cosas renovadas, aún no se cumple en su totalidad. 

Es aprender a plantar árboles, aunque sabemos que posiblemente los talen para construir más departamentos. Es pintar nuestra casa y buscar que se vea bonita, aunque estemos rentando y no sepamos cuánto tiempo estaremos ahí. Es seguir intentando tener hijos, aunque por varios años nuestro esfuerzo no haya dado fruto. Es compartir nuestro corazón con nuevos amigos, sabiendo que el dolor de no ser comprendidos es inevitable. 

Ser agradecidos también es casarse y cultivar una vida juntos, conscientes de que en cualquier momento nos puede ser arrebatada. Es buscar a nuestra comunidad de fe, aunque todo nuestro ser grite que por Zoom, simplemente no es lo mismo. Es hacer ejercicio y nutrir nuestro cuerpo, incluso con la seguridad de que pronto seremos polvo de nuevo. Es cantar una y otra vez que Dios es fiel, conscientes de que, cuando nuestra fe flaquee, alguien más cantará por nosotros. 

En Jeremías 29:5-9 Dios le dio al pueblo de Israel un manual para vivir en medio de la oscuridad del cautiverio. La actual cuarentena  nos ha permitido identificarnos con ellos y nos da la oportunidad de responder a las mismas instrucciones. Este pasaje nos reafirma lo que podemos esperar del Dios que nunca cambia:

“Edifiquen casas y hagan planes para quedarse. Planten huertos y coman del fruto que produzcan. Cásense y tengan hijos. Luego encuentren esposos y esposas para ellos para que tengan muchos nietos. ¡Multiplíquense! ¡No disminuyan! Y trabajen por la paz y prosperidad de la ciudad donde los envié al destierro. Pidan al Señor por la ciudad, porque del bienestar de la ciudad dependerá el bienestar de ustedes” (Jer 29:5-7 NTV).

Los versículos 8 y 9 terminan con una advertencia contra los falsos profetas. ¿Qué mentiras hemos creído en este tiempo? ¿Qué nos ha impedido edificar y hacer planes? ¿Qué amistades hemos abandonado porque el futuro es incierto? ¿Cuántas veces hemos tenido un rayito de esperanza que hemos apagado con nuestras propias excusas? 

¿Qué anhelos han surgido en lo más profundo de nuestro ser, que hemos ignorado? ¿Cuántas veces hemos querido buscar la paz de nuestra ciudad, para luego dejar que el fatalismo y el cinismo dicten nuestro nivel de involucramiento? ¿En qué áreas nos ha paralizado esta oscuridad?  

“Todo duelo en realidad es una nostalgia por nuestro verdadero hogar”.

—Lanier Ivester

Entonces, ¿cómo sería nuestro encuentro con Dios si al hacer la lista de cosas por las cuales estamos agradecidos incluimos su promesa de una nueva creación? En vez de solo decir que estamos agradecidos, ¿podemos describir nuestras áreas de incomodidad, de duelo y de situaciones no resueltas? ¿Será posible reconocer nuestro anhelo de lo que Dios va a hacer, pero con los pies en la tierra?

Pronto celebraremos el nacimiento de Jesús. En este año, de manera especial, recordemos que Dios mismo quiso venir a vivir entre nosotros. ¡Qué increíble! Por un tiempo, esta Tierra, con toda su oscuridad, fue su hogar. Echó raíces, aprendió a trabajar la madera, sirvió a su Padre, invirtió en sus amigos y hasta fue a una boda. Caminó entre nosotros. 

No permitamos que nuestro anhelo por lo que aún no se cumple, nos impida arraigarnos y vivir como Jesús mismo lo hizo. 

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6 lecciones que aprendí mientras corría

Mientras corro, mi mente se traslada a las palabras de Pablo: “Prosigo a la meta” (Filipenses 3:14)

Foto por Diana Gómez

Foto por Diana Gómez

Por Sarai Avendaño Araiza

Soy una corredora de medio tiempo. Disfruto salir por las calles de la ciudad mientras esquivo el tráfico y perderme en los campos los fines de semana, admirando la belleza de una naturaleza poco explorada.

Mientras corro, mi mente se traslada a las palabras de Pablo: “Prosigo a la meta” (Filipenses 3:14). Esta frase aparece de manera constante en el kilómetro más pesado de la carrera, ese en el que ya no quieres correr sino que prefieres caminar o simplemente caer al suelo. En ese momento tu cuerpo te dice: ¡Detente!, pero tu corazón desea seguir, terminar y sentir la medalla en tu pecho mientras pasas el resto del día sonriendo.

La vida cristiana, como decía Pablo, se asemeja a una carrera. En mi propia experiencia he aprendido algunas lecciones que he aplicado en mi relación con Dios. A continuación las comparto:

1.- Al prepararme para una carrera soy consciente de la necesidad de tener un entrenador que me indique cuánto y cómo debo correr. En mi vida espiritual, Dios me guía a través de la Biblia, que es su manual. En ella encuentro la lámpara que da luz y guía mi camino (Salmo 119:105).

2.- La vida cristiana no es fácil, implica ser disciplinada. Si quiero ser una buena corredora debo levantarme temprano para ir a entrenar y comer de forma saludable. De la misma manera en la vida cristiana necesito ser intencional al buscar a Dios en su Palabra y en oración (Jer. 29:13, Salmos 9:10).

3.- Es indispensable cultivar relaciones con otros corredores que me motiven a seguir adelante. Como hija de Dios debo rodearme de compañeros a quienes pueda rendir cuentas. Amigos que me ayuden a llevar una vida piadosa, que me exhorten con honestidad y puedan guiarme con palabras de aliento y corrección (Eclesiastés 4:9-12).

4.- Cuando entreno lo hago pensando en una meta, ya sea una carrera o distancia en particular. Como hija de Dios he sido creada con un propósito. Mi objetivo es glorificar a Dios y gozar de Él para siempre (Isaías 43:7).

5.- En una carrera siempre llega el momento en el que uno ya no quiere seguir; todo nuestro cuerpo está cansado y adolorido. Como cristianos, Dios permite pruebas y situaciones difíciles, pero Él ha prometido que estará con nosotros hasta el fin del mundo (Mateo 28:20).

6.- Cada carrera que corro tiene un inicio y un fin. Mi tiempo en la tierra también es finito y está definido por un Creador que tiene todo bajo su control. Santiago dice que la vida es como neblina. Debo vivir a la luz de esta verdad y siempre poner mis ojos en la eternidad (Santiago 4:14).

Entonces no debo temer sino correr con gozo la carrera, sabiendo que la gracia del Señor es suficiente para cada día. Como dijo Jerry Bridges: “Tus días malos nunca serán tan malos como para que no te alcance la gracia de Dios. Y tus días buenos nunca serán tan buenos como para que no necesites la gracia de Dios”.

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Nutre tu piel y cabello

La expresión: “Eres lo que comes” encierra una gran verdad, porque se ha descubierto que los alimentos afectan a nuestro cuerpo de forma integral

Foto por Maddy Morrison

Foto por Maddy Morrison

Por Karina Rodríguez Chiw

La base de un cabello y una piel sanos es una dieta que incluya alimentos que contengan nutrientes como vitaminas y minerales.

La piel y el cabello realizan funciones muy importantes y a diferencia de otras partes de nuestro cuerpo, son visibles, como una carta de presentación ante los demás.  Mantengámoslos sanos con una buena nutrición.

La piel es el órgano más extenso que poseemos, cubre toda la superficie de nuestro cuerpo y nos protege de las agresiones del mundo exterior; también nos ayuda a regular la temperatura y al estar llena de terminaciones nerviosas nos permite sentir. 

El cabello no solo enmarca nuestro rostro, sino que también protege la piel de nuestra cabeza del sol y de las inclemencias del tiempo.

En el embarazo la piel y el cabello experimentan transformaciones. Algunas de ellas están “asociadas con los cambios hormonales que ocurren durante este período; aunque quizás ciertos problemas de la piel hayan estado presentes por un tiempo antes de quedar embarazadas. En algunas mujeres el cabello se les hace más grueso y crece más rápido, mientras que a otras se les hace más delgado y se les cae”, afirma la Nutrióloga Johana Castells. 

Los cambios menos deseados que muchas mujeres experimentan en esta etapa son:

Manchas color marrón o amarillento llamadas cloasma, paño o “la máscara de la embarazadas” en sus rostros. Esto no puede prevenirse, pero aplicarse protector solar y evitar la exposición a los rayos ultravioleta puede disminuir su efecto.

Mayor pigmentación, lo cual hace que se oscurezcan algunas zonas como la de los pezones, entre otras. Incluso las pecas o los lunares que se tienen antes del embarazo quizás se vuelvan más grandes y oscuros.

Acné, ya que las glándulas sebáceas de la piel incrementan su producción de aceite.

Picor en zonas como abdomen y senos debido al estiramiento de la piel por el aumento de su tamaño. El médico puede recomendar cremas que disminuyan este problema y la resequedad, pero sobre todo para evitar las estrías.

Pérdida de cabello. La mayoría de las mujeres pierden una cantidad significativa después del parto o cuando dejan de amamantar a su bebé.

Sin embargo, de “3 a 6 meses después del parto la textura de la piel y el crecimiento y grosor del cabello deben de volver a la normalidad”, comenta la especialista. Si esto no sucede es importante acudir al médico.

La salud de nuestra piel y cabello dependen en gran medida de nuestra alimentación. De acuerdo con la Nutrióloga Castells, esta debe ser completa, variada, equilibrada y suficiente; es decir que incluya los nutrimentos necesarios para nuestro organismo. La especialista sugiere que incluyamos en nuestra dieta vitaminas como: 

A: Mejora la producción de colágeno, y estimula la renovación y regeneración celular de la piel. La mantiene hidratada, firme y elástica. Evita la resequedad y descamación. Fuentes: hígado, huevo, mantequilla, leche, zanahorias, duraznos, chabacanos, naranjas, brócoli, calabazas, verduras de hoja verde.

C: Fortalece el sistema inmune e interviene en la síntesis del colágeno dando mayor elasticidad y firmeza en la piel. Protege contra los radicales libres, favorece la luminosidad de la piel, reduce el tiempo de cicatrización, ayuda a desaparecer manchas y mejora el tono de la piel. Fuentes: cítricos (limón, naranja, toronja, guayaba, piña), fresas, frambuesas, cerezas, jitomate, brócoli, kiwi.

E: Es un antioxidante que nos protege frente a rayos ultra-violeta, infrarrojos y agentes dañinos del ambiente. Reduce la pérdida de agua, hidrata y suaviza piel; aumenta la circulación, mantiene la elasticidad y minimiza arrugas. Fuentes: cereales integrales, nueces, almendras, aceite de oliva, cacao, soya, hortalizas, jitomate y cacahuates.

B5 (ácido pantoténico): Proporciona flexibilidad, fuerza y brillo al cabello. Fuentes: hígado, vísceras, carne de ave y huevos, levaduras, brócoli, tomates, papa, hongos y legumbres.

B6 (piridoxina): Ayuda a prevenir la caspa. Fuentes: germen de trigo, huevos, carnes rojas magras, pescados, verduras, legumbres, nueces, riñón, lácteos, frutas secas, cereales integrales, panes y granos integrales.

B8 (biotina): Evita la seborrea (exceso de grasa sobre el cuero cabelludo que produce escamas grasosas de color amarillo). Fuentes: carnes, yema de huevo, vísceras, levadura de cerveza, cereales integrales, setas, soya, nueces, garbanzos y chícharos. 

Debemos incluir también

Proteínas. Estimulan el crecimiento del cabello, se encuentran en: carnes magras, pescado, huevo y lácteos bajos en grasa. Así como: cereales y legumbres, que proporcionan proteínas vegetales de alta calidad.

Grasas. Disminuyen la resequedad y protegen la piel, de preferencia de origen vegetal que se encuentran en semillas “oleaginosas (nueces, almendras, cacahuates, semillas de girasol y calabaza, ajonjolí y linaza), aguacate, aceite de oliva, cacao (comer de 1 a 2 porciones por día)”. Y ácidos grasos esenciales como Omega 3 en: pescados azules como caballa, arenque, sardina, atún, salmón y pez espada.

Minerales como hierro y zinc. Evitan el deterioro y debilitamiento de la piel y el cabello. Fuentes: carnes, huevos, frutos secos como nueces, legumbres, vegetales de hoja vede, lácteos y mariscos. 

“Para una piel visiblemente hidratada debemos consumir cada día dos litros de agua. Evitar el tabaco, el alcohol, alimentos con alto contenido de grasas saturadas, sodio, azúcar y preparaciones empanizadas, capeadas o fritas en grasas” (Nutrióloga Johana Castells).

Menús

1. Desayuno

  • ½ pieza de pan pita con 2 rebanadas de pechuga de pavo y 1 rebanada de queso panela acompañado de una ensalada de lechuga y jitomate.
  • 1 taza de papaya 
  • 1 yogurt bebible descremado con ½ cucharadita de linaza 

Colación 1

  • 6 nueces o almendras 
  • 1 cda. sopera de pasitas 

Comida

  • 1 plato de sopa de verduras 

  • 1 filete de pescado asado a la plancha con 1 taza de brócoli 

  • ½ taza de arroz integral 

  • 1 vaso con agua de limón con chía endulzado con edulcorante 

Colación 2 

  • 2 tazas de jícama o pepino o zanahorias con limón y chile piquín

Cena

  • 1 taza de cereal integral 

  • 1 taza de leche light 

  • ½ pieza de plátano 

2. Desayuno

  • 2 quesadillas de queso panela con flor de calabaza

1 ½ piezas de kiwi 

  • 1 taza de té verde endulzado con edulcorante 

Colación 1

  • 1 yogurt bebible light 

  • 1 barrita de cereal integral sin relleno 

Comida

  • 1 plato de ensalada con 1 cdta. de aceite de oliva y ½ cdta. de ajonjolí

  • 1 pechuga de pollo asada a la plancha con zanahoria y calabazas cortadas en julianas 

  • 2 tortillas de maíz 

  • 1 vaso con agua de jamaica endulzado con edulcorante

Colación 2

  • 1 naranja 

  • 6 nueces o almendras

Cena

  • ½ taza de avena cocida con 1 taza de leche light, con 1 cdta. de pasitas y ½ cdta. de canela en polvo, endulzar con edulcorante 

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3 cosas que aprendí acerca del dolor

El dolor sin duda es una alerta. Necesitamos dejar de huir de él y de temerle

Foto por Andrea Hernández

Foto por Andrea Hernández

Por M. Fernanda Reyes Nava

¿Alguna vez has pasado por una situación tan dolorosa que crees que el final jamás llegará? Puede tratarse de una enfermedad o una herida en el corazón. El dolor casi siempre nos toma por sorpresa, pero con un poco de esfuerzo podemos entender el mensaje que Dios nos quiere dar a través de él. 

Este último año ha representado una etapa difícil para mí, principalmente porque me había negado a hacerle frente a cosas que me habían lastimado. Toda mi vida había sido así; cuando tenía un malestar en el cuerpo, lo ignoraba hasta que pasara, pensando que se resolvería solo. De la misma manera pretendí actuar con mi corazón, pero tampoco funcionó. 

Dios me dio la fuerza para dejar de huir y enfrentar el difícil proceso de sanidad. Por eso ahora quiero compartir tres cosas que aprendí sobre el dolor. 

 1. Ignorar el dolor no hace que desaparezca. 

Siempre tuve miedo a ser lastimada o a que la ruptura de una relación me hiriera, así que huía de todas las situaciones dolorosas. Era muy fácil no enfrentarlas y hundirme en mis pensamientos, en mi soledad. 

Descubrí que por mucho que ignore y finja que no ocurre nada, el dolor no se va. No es algo que se pueda sepultar sin afrontarlo antes. También aprendí que no tenemos que hacerlo solos. Aun en medio de procesos dolorosos contamos con la bendición de ser acompañados por Dios.

2. El dolor es la expresión del cambio. 

El dolor en la mayoría de las ocasiones es solo es una etapa de transición, no es permanente. Solemos evitar tanto el sufrimiento como los cambios, pero no nos damos cuenta de que se trata de una oportunidad para crecer y acercarnos a Dios. Es parte de un proceso y no el final.

3. El dolor es una alerta. 

Es la forma en la que nuestro cuerpo y corazón nos avisan que algo no se encuentra bien. Necesitamos sentir el dolor para saber cuando nuestros límites están siendo vulnerados y hacer algo al respecto. A veces es la única manera de escuchar lo que aqueja a nuestro cuerpo y lo que siente el corazón.

Durante este tiempo he podido entender cómo sin darnos cuenta arrastramos una lista de heridas que no nos permiten avanzar y que ese miedo nos puede llevar a que más adelante ese dolor sea aún mayor. Algo que en un principio era emocional, puede llegar a afectar nuestra salud física también. 

El dolor sin duda es una alerta. Necesitamos dejar de huir de él y de temerle. Podemos aprender mucho al experimentar esos valles. Así que vivamos esta etapa con valentía, siendo firmes para llegar hasta el final y recordando las amorosas promesas de Dios para nosotros:

“Cuando cruces las aguas, yo estaré contigo; cuando cruces los ríos, no te cubrirán sus aguas; cuando camines por el fuego, no te quemarás ni te abrasarán las llamas” (Isaías 43:2).

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El dominio de la falta de dominio

Tarde o temprano la persona que no domina su mal carácter, sufre. Pierde amistades, nadie le quiere hacer favores, no prospera. Sus hijos le tienen más bien temor que confianza

Foto por Marian Ramsey

Foto por Marian Ramsey

Por Elisabeth F. de Isáis (1925-2012)

Las personas que tienen problemas para dominar su carácter o explotan a la menor provocación, no han aprendido el secreto de tener paz interior y causan problemas en la familia, la escuela, el trabajo, en todas partes.

¡Pobres familias de las personas que son así! Si casi es hora de que va a llegar el papá, todos se alinean. ¿Hay algo fuera de lugar? ¿Está lista la cena? ¿Se lavaron las manos los niños? Mamá está en la cocina checando los últimos detalles, nerviosa. La familia no espera a papá con gozo, sino con miedo. ¿Es así como debe ser el matrimonio? ¡Claro que no!

La misma escena puede repetirse en el trabajo. Todos tiemblan cuando va a llegar el jefe con su fama de mal carácter. La calidad del producto sufre, las secretarias se equivocan y el ambiente se vuelve tenso cuando debería ser totalmente diferente. 

En un lugar donde el jefe es amable y respetado, y la gente produce más y mejor, los empleados duran muchos años y eso beneficia al negocio.

En la escuela a veces es la directora que inspira temor en los maestros y los alumnos. Quizá ella se considera un tipo de gendarme sobre ellos, pero lograría mejores resultados con un carácter dulce. Y por qué no decirlo, más justo. Tal vez no ha oído el viejo dicho de que se capturan más moscas con miel que con hiel.

Tarde o temprano la persona que no domina su mal carácter, sufre. Pierde amistades, nadie le quiere hacer favores, no prospera. Sus hijos le tienen más bien temor que confianza. 

Si la esposa es una mujer abnegada, quizá soporte al marido malhumorado, pero el espíritu y el amor de ella se van apagando poco a poco. Como nunca se sabe cuándo el esposo va a explotar, vive con verdadero miedo de él.

Quizá el hombre diga: Pero yo no golpeo a nadie. Solo son palabras. Realmente a veces las palabras duelen más que los golpes. Y es demasiado frecuente que el mal humor se expresa en golpes o acciones injustas además de palabras. 

Por otro lado, una palabra amorosa es como un bálsamo en cualquier situación. 

Me acuerdo de algo que dijo San Pedro, en su carta a los creyentes de su tiempo, hablando a los esposos, referente a sus esposas: “Vosotros maridos vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como vaso más frágil y como coherederas de la gracia de la vida”. 

Luego añadió una amenaza muy interesante: “Para que vuestras oraciones no tengan estorbo”. Parece que Dios no escucha las oraciones de un esposo de mal carácter. 

Sigue diciendo San Pedro: “Sed todos de un mismo sentir, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables. No devolváis mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo” (1 Pedro capítulo 3, versículo 7). ¡Qué hermoso sería vivir así!

Uno de los grandes problemas de nuestros tiempos, son los niños que salen de sus hogares y viven en las calles. Muchas veces es por el trato cruel que reciben en su casa. ¡No debe ser así! Un hijo es una preciosa responsabilidad entregada a cada padre y madre para amarlo, educarlo, entrenarlo y motivarlo para ser un ciudadano fiel y respetado. 

A veces debido al mal carácter del papá o mamá, viene el divorcio y luego un padrastro o madrastra que no ama al hijo de la pareja anterior y no lo trata bien. Son tragedias de nuestros tiempos. 

Es necesario controlar nuestro carácter o destruiremos todo lo que hay a nuestro paso. 

Debemos pedir a Dios su ayuda y decidir ahora mismo cambiar y seguir el sabio consejo de San Pedro de ser compasivos y amigables. De paso, lograremos ser mucho más felices y productivos en todas las áreas de la vida.  

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Nuestra relación con la comida

No hay una solución fácil. Es necesario poner nuestra relación con la comida delante de Dios cada día

Foto por Erick Torres

Foto por Erick Torres

Por Maddy Morrison

En la vida establecemos muchas relaciones diferentes con nuestros padres, hermanos, primos, hijos y esposos. Algunas se rompen y otras pueden restaurarse. Hay relaciones que parecen unilaterales y otras que son tan complicadas, que nos gustaría darnos por vencidos. Sin embargo, existen aquellas de las que no podemos escapar. Necesitamos que funcionen correctamente para tener una mejor calidad de vida. Una de estas es la que tenemos con la comida. 

Hay diferentes formas en que podemos relacionarnos mal con la comida: 

  1. La enfermiza: Cuando no tenemos límites, comemos en exceso y después nos sentimos terribles pero aun así, seguimos sin poner límites. Tendemos a justificarnos, diciendo: “no puedo comer solo verduras para subsistir”. 

  2. La de amor-odio: Por ejemplo, cuando comemos helado en exceso para después purgarnos, argumentando que nos agrada el sabor pero que odiamos lo que ese tipo de comida puede hacerle a nuestro cuerpo.

  3. La de odio en general:  Cuando comemos lo mínimo necesario y aun así sentimos remordimiento. O cuando nos matamos de hambre por varios días seguidos u optamos por solo tomar alimentos en forma de líquidos. Nos restringimos a un extremo poco saludable. 

Todas estas formas de relacionarse con la comida están muy lejos del ideal y lo sabemos.

La comida es un regalo.

Todo empezó en el jardín del Edén. Dios creó las aves de los cielos, las criaturas del mar, la hierba y las plantas de la tierra. El hombre fue invitado a formar parte de la creación, para tomar el sol, contemplar las estrellas por la noches y disfrutar de la abundante variedad de manjares que Dios nos proporcionó. Dios vio que todo lo que había creado era bueno.

“Entonces Dios dijo: «¡Miren! Les he dado todas las plantas con semilla que hay sobre la tierra y todos los árboles frutales para que les sirvan de alimento...” (Génesis 1:29). 

“Todos los animales de la tierra, todas las aves del cielo, todos los animales pequeños que corren por el suelo y todos los peces del mar tendrán temor y terror de ustedes. Yo los he puesto bajo su autoridad. Se los he dado a ustedes como alimento, como les he dado también los granos y las verduras” (Génesis 9: 2-3).

No debemos olvidar que las moras, las zanahorias en la tierra y el jugo de naranja son regalos de nuestro Creador. Él nos ha dado más de lo que podemos pedir. Nos dio los vegetales y las especias para nutrir nuestros cuerpos. ¡Y no solo eso!, sino que también les dio olores y sabores agradables y deliciosos.

A menudo le agradezco a Dios por cada una de mis papilas gustativas. A través de ellas, nuestro cuerpo puede saber si algo es dulce o amargo, o incluso si es venenoso. Sin estas papilas no podríamos saborear toda la riqueza del chocolate, la acidez del aderezo en la ensalada ni lo dulce de la piña en nuestros tacos al pastor. 

Nuestra capacidad de saborear me recuerda una historia en la Biblia. En el desierto, Dios proveyó a los israelitas un pan llamado maná, el cual fue su sustento por 40 años. Dios le dio a este pan un sabor familiar para ellos. 

“Los israelitas llamaron maná al alimento. Era blanco como la semilla de cilantro, y tenía un gusto parecido a obleas con miel” (Éxodo 16:31). 

Este es un testimonio de la fidelidad de Dios. La relación de Israel con Dios y con la comida fue probada en el desierto. Él les instruyó que solo tomaran el pan necesario para cada día. Cuando el pueblo de Israel recogió comida de más, desobedeciendo su mandato, a la mañana siguiente el maná adicional se llenó de gusanos. Los israelitas literalmente vivían del pan diario que el Señor les daba.

Dios también ha provisto para nosotros un pan espiritual. Juan 6:35 dice: 

“Jesús les respondió:

—Yo soy el pan de vida. El que viene a mí nunca volverá a tener hambre; el que cree en mí no tendrá sed jamás”.

Es a través de Jesucristo que podemos disfrutar el alimento que solo Dios puede proveer. Así como no podemos sobrevivir sin comida, cuando buscamos una vida centrada en Dios, también necesitamos nuestro alimento espiritual diario. 

Ambas relaciones, con Dios y con la comida, son necesarias para la sobrevivencia del pueblo de Dios. Si alguna de estas dos relaciones se rompe, no hay vida. Estas enseñanzas alrededor de la comida nos ayudan a comprender cuán necesario es Dios para nosotros, cuánto nos nutre y que provee más de lo que necesitamos.

No debemos convertir la comida en un ídolo.

Aunque tener una relación sana con la comida es importante y hasta indispensable, debemos ser cuidadosos de no convertirla en un ídolo. 

“No se preocupen tanto por las cosas que se echan a perder, tal como la comida. Pongan su energía en buscar la vida eterna que puede darles el Hijo del Hombre” (Juan 6:27).

Idolatrar la comida tiene consecuencias trágicas, como sucede con los trastornos alimenticios. Las personas que padecen estos trastornos, saben en su mente que la comida es buena, sin embargo, hay fuerzas poderosas esclavizándolas a la comida, diciéndoles lo que no deben comer o cuándo necesitan purgarse. 

Debemos tener gracia hacia aquellos que sufren estas enfermedades. Su batalla no es solo física, también es una batalla mental y espiritual. 

Por otro lado, existe una versión “moderada” de la idolatría a la comida. Desafortunadamente, en nuestra cultura es tan común que se confunde con algo positivo cuando en realidad es todo lo contrario. 

En el libro Supper of the Lamb (La cena del Cordero, en español) el autor argumenta que aunque algunas personas se obsesionan contando calorías, de hecho nadie ha visto una caloría jamás. Es una simple unidad de medida, así como el metro. Cuando nos referimos a un metro,  podemos pensar en una vara de metal con rayitas en ella, pero nadie puede ver realmente cómo es un metro ni una caloría. 

No es malo hacer dieta o prestar atención a los nutrientes que estamos consumiendo. Pero usar las calorías como la única guía para definir nuestros hábitos alimenticios, renunciando a comer cualquier cosa que nos traiga alegría, es una triste forma de vivir y tampoco es la manera en que la bendición de comer fue diseñada en el principio. 

En la actualidad, encontramos otro extremo denominado “desiertos de comida”. Un desierto de comida es un lugar donde hay acceso limitado a cierta variedad de alimentos sanos y costeables (Duko, 2012). Esta situación se da mayormente en grandes ciudades donde las personas rara vez han visto productos de la tierra. 

En los Estados Unidos es muy común que los niños de zonas urbanas no sepan de dónde vienen los alimentos, no conocen granjas y reconocen una cantidad muy limitada de frutas y verduras porque no han sido expuestos a la hermosa variedad de alimentos que Dios ha creado. 

Cuando perdemos la conexión con los alimentos que Dios nos da a través de la tierra, perdemos de vista que la comida es mucho más que solo calorías que nos hacen subir de peso. Dejamos de ver la comida como algo bueno, como Dios la creó. Esta también es una relación enfermiza con la comida. 

Te animo a reflexionar sobre tu relación con la comida. Para ti la comida ¿trae deleite o vergüenza? ¿Es algo que está constantemente en tu mente? ¿Estás enfocado en la cantidad mínima de alimentos que debes consumir en un día? 

No hay una solución fácil. Es necesario poner nuestra relación con la comida delante de Dios cada día, ya que toma tiempo sanar. Se requiere práctica y un cambio de perspectiva para ver la comida como un regalo de Dios y para ver el acto de comer como una pequeña celebración. 

“Oh Señor, renueva nuestra sensibilidad. Danos nuestra probadita diaria. Restáuranos con sopas en las que las cucharas no se hundan y con salsas que sean siempre diferentes.

Levanta entre nosotros guisados que tengan mucha más salsa de la que nuestro pan pueda absorber, y cazuelas con el almidón y la sustancia necesaria para nuestra escuálida modernidad. 

Llévate nuestro temor a la grasa corporal y alégranos con el buen óleo que desciende por la barba de Aarón. Danos pasta con cientos de rellenos diferentes y arroz en miles de variedades. 

Sobre todo, danos gracia para vivir como hombres verdaderos: ayunar hasta llegar a una comprensión renovada de lo que tenemos y luego comer con gratitud por todo lo que está a nuestro alcance. 

Aleja de nosotros, oh generoso Dios, a todas las criaturas de las tinieblas. Echa fuera los demonios que nos han poseído. Líbranos del miedo a las calorías y de la obsesión por la nutrición. Libéranos una vez más en nuestra propia tierra, para que podamos servirte como tú nos has bendecido: con el rocío del cielo, la grosura de la tierra y la abundancia del maíz. Amén” (Capon, 27-28). 

Capon, Robert F. Supper of the Lamb. Farrar, Straus and Giroux. Kindle Edition.

Dutko, Paula, Michele Ver Ploeg, and Tracey Farrigan. Characteristics and Influential Factors of Food Deserts, ERR-140, U.S. Department of Agriculture, Economic Research Service, August 2012.

Santa Biblia, Nueva Traducción Viviente.

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Tips saludables

Prueba estas recomendaciones y disfruta de los resultados

Foto por Marian Ramsey

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Aunque la fruta contiene azúcar intrínseca, es recomendable no comerla en la noche, ya que el metabolismo es más lento que en el día.

Comer una manzana antes de los alimentos permitirá que la fibra soluble aumente el trabajo intestinal, por lo cual nos sentiremos saciados con menos alimento. 

Si te sientes inflamada después de los alimentos, toma un vaso con agua tibia y un limón, neutralizara los ácidos del estómago para mejorar la digestión.

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Receta efectiva y barata para eliminar piojos de los niños

El método mecánico que les compartimos a continuación funciona ya que asfixia al piojo, el cual irremediablemente muere.

Foto por Maddy Morrison

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Por MVZ Frida Salmerón Sosa

Los piojos, dañinos para la salud, son parásitos muy comunes en los niños. Se esconden en unos túneles o cuevas que corren por debajo del cuero cabelludo y pueden ocasionar dermatitis severa e infecciones bacterianas. Ya en esta etapa, es muy difícil erradicarlos. Aquí lo importante es actuar pronto para que no se complique el cuadro.

Con el tiempo, estos insectos han desarrollado resistencia a los métodos tradicionales para erradicarlos como shampoos, insecticidas y medicamentos para desparasitar. El método mecánico que les compartimos a continuación funciona ya que asfixia al piojo, el cual irremediablemente muere.

Receta para la eliminación de los piojos

Ingredientes:

1. Un frasco de vaselina o una botella de glicerina

2. Un peine para sacar piojos

3. Vinagre de manzana

4. Un peine especial para sacar liendres (huevos de piojo)

5. Gorra de baño

Procedimiento:

Llene la cabeza infestada de piojos con suficiente vaselina o glicerina y deje reposar treinta minutos. Esto es con el objeto de que los piojos se asfixien en esa sustancia, ya que son aeróbicos y al no poder respirar morirán.

Cubra la cabeza con una gorra de baño. Algunos de los piojos se quedarán pegados vivos y así no podrán escapar. Otros quedarán en alguna burbujita de aire.

A continuación, use el peine sacapiojos en toda la cabeza. Cuando ya no encuentre más piojos, bañe al niño y lave su cabeza con suficiente jabón y agua.

Con seguridad algunas liendres que queden, tendrán embrión de piojo y estos nacerán en el transcurso de la semana. Por eso es necesario repetir la acción una semana después.  Revise manualmente durante algún tiempo que no haya liendres, ni piojos.

Al día siguiente antes de bañar al niño moje la cabeza con vinagre cuidando de evitar el contacto con su cara. El vinagre actúa sobre la sustancia que secreta la liendre para adherirse al cabello.

Deje reposar una hora, vigile que la cabeza se mantenga húmeda (puede ayudarse con una gorra de baño). Pasado este tiempo use el peine de liendres hasta que salga limpio. Después lave la cabeza con abundante agua y jabón.

Rocíe la cabeza con agua de lavanda, que repele a los piojos, para evitar el contagio al contacto. En las niñas se recomienda el cabello recogido para evitar que algún piojo se enrede en el cabello suelto.

Es importante lavar las fundas de las almohadas y después dejarlas remojando por tres o cuatro días en agua con jabón y cloro. La ropa de cama, después de lavada, déjela en una bolsa de plástico hermética sin entrada de aire por quince días para asegurarse de que ningún piojo quede vivo. De esta manera se evita la reinfestación.

Una vez erradicados estos ectoparásitos no olvide seguir revisando la cabeza de sus hijos.

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6 buenas razones para mantenerse activa en casa

Si quieres lograr esta meta con éxito, sigue estos consejos

Foto por Diana Gómez

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Por Carla García Blumenkron

Es tiempo de cuarentena y como sabemos, no podemos salir a caminar o correr. Ir al gimnasio tampoco es recomendable. Estamos en casa todo el día y puede resultar frustrante, monótono y en ocasiones aburrido. Existen muchas razones que parecen impedir que nos mantengamos activas. 

Intentamos adaptarnos a las nuevas rutinas y a los cambios en nuestra vida social. El trabajo, los hijos y las tareas escolares, entre otras cosas, absorben la mayor parte de nuestro tiempo.

En las redes sociales, internet o revistas, leemos cientos de recomendaciones de expertos para cuidar nuestra salud durante la cuarentena. Una de ellas es: realizar actividad física. Pero pensamos “no es tan sencillo” o “no tengo tiempo”.

Nuestras ocupaciones o, más bien, la falta de organización, hacen que dejemos al ejercicio en el último lugar de nuestra lista de prioridades y cuando al fin lo intentamos, por cualquier situación desistimos y nos frustramos. 

Si aún necesitamos un empujón extra para empezar, a continuación tenemos una lista de seis buenas razones para levantarnos de la silla y comenzar a movernos.

1.Mejora nuestro estado de ánimo.

Si nos sentimos tristes, cansadas, enojadas o frustradas, una de las mejores cosas que podemos hacer es levantarnos y movernos.

Está científicamente demostrado que realizar actividad física con regularidad disminuye la depresión y ansiedad. Durante el ejercicio se liberan diversas hormonas y neurotransmisores como la dopamina, que nos producen una sensación de calma, placer y felicidad.

2. Mejora nuestra salud física.

Si en nuestra familia existen antecedentes de diabetes, hipertensión, cáncer o alguna otra enfermedad crónica, realizar ejercicio nos ayudará a disminuir el riesgo de desarrollar alguna de ellas; o controlarla y evitar complicaciones, en caso de padecerlas. 

3. Nos mantiene más ágiles para realizar nuestras actividades diarias.

No importa nuestra edad ni condición física, todas podemos movernos y mantenernos activas. Encontremos una rutina adecuada, hay muchas opciones. Esto ayudará a que los dolores y el entumecimiento de nuestros músculos (que en ocasiones pueden aparecer por la falta de ejercicio) disminuyan.

4. Nos desafía a mejorar nuestra alimentación.

La alimentación balanceada y el ejercicio van de la mano y son formas de cuidar nuestro cuerpo. Si nos estamos esforzando por movernos más, ¡intentemos comer saludablemente también! Esto traerá más beneficios a nuestro cuerpo.

5. Es divertido.

Busquemos algún baile o canción que nos anime, juguemos con nuestros hijos un videojuego con movimiento, practiquemos un deporte con la familia en casa o interactuemos con nuestras mascotas. Nuestros cuerpos fueron hechos para moverse y es una bendición hacerlo. Mientras nos movemos, sonriamos y disfrutemos ese maravilloso regalo. 

6. Nos ayuda a sentirnos más sanas y hermosas.

Dios nos creó con un diseño único y maravilloso. Cuidar nuestro cuerpo, alma y espíritu nos recuerda que todas tenemos un hermoso propósito, que es glorificarlo a Él con todo lo que somos.

Sin duda hacer ejercicio es bueno, nos mantiene fÍsicamente aptas para cumplir la misión de Dios y poder servir a los demás. 

Dios conoce y suple cada una de nuestras necesidades, incluso la disciplina para intentar algo nuevo. Solo hay que empezar y veremos que poco a poco podremos hacer del ejercicio un hábito en nuestra vida.

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Tú puedes prevenir la influenza

La vacuna se puede aplicar en cualquier época del año, sin embargo es muy importante incrementar la protección en la época invernal que es cuando más circula el virus.

Foto por Marian Ramsey

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Por Karina Rodríguez Chiw

La influenza estacional puede resultar más grave de lo que se cree, sin embargo, es posible prevenirla si te cuidas y te vacunas a tiempo. 

De acuerdo con estudios recientes de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en promedio, de tres a cinco millones de personas padecen influenza y de esos casos, debido al descuido, se llegan a derivar de 250 a 500 mil muertes. 

Aunque se considera que este padecimiento, comúnmente conocido como gripe es leve, las complicaciones en niños pequeños y adultos mayores pueden representar un peligro para su vida.

¿Qué es?

La influenza estacional es una infección aguda causada por un virus que afecta el sistema respiratorio y que se contagia fácilmente. Muchas veces se confunde con un resfriado común (catarro), pero son muy diferentes. Generalmente, la influenza presenta un cuadro febril importante, dolor de cabeza y muscular, tos, malestar general y dificultad para respirar.

En cambio con el resfriado común hay flujo nasal y la fiebre, si es que existe, es mínima y nunca deriva en problemas respiratorios.  Pero es importante destacar que a veces “sus manifestaciones clínicas pueden variar desde pocos síntomas que se confunden con un cuadro de catarro, hasta síntomas importantes provocados por una neumonía grave que pueden poner en riesgo la vida del paciente”, afirma la  Dra. Norma Angélica Matías Juan, Infectóloga Pediatra, médico adscrito al Servicio de Pediatría del Hospital de Infectología del Centro Médico Nacional de la Raza.

Por otra parte, la especialista señala que “la influenza puede permitir que otras bacterias se agreguen y causen otras enfermedades como infecciones bacterianas, que comprometen la vida”.

La influenza tiene una serie de sustancias que facilitan la adherencia de los procesos bacterianos, y estos se vuelven mucho más agresivos por las condiciones de la ciudad. 

Para tomar en cuenta

La Infectóloga pediatra advierte que la influenza no siempre aparece con síntomas respiratorios, a veces inicia con manifestaciones gastrointestinales con vómito y dolor abdominal, e incluso puede haber alteraciones hematológicas que provocan sangrados debido a que las plaquetas, responsables de la coagulación, disminuyen. Estos síntomas nos avisan desde un principio que será un cuadro grave de influenza. 

Su origen

Existen tres tipos de virus de la influenza que tienen la capacidad de infectar a los humanos: A, B y C. Solo los tipos A y B son la causa de las epidemias que suelen ocurrir cada invierno. “El AH3N2 y el B son los virus que predominantemente circulan y son la causa de que las epidemias proliferen sobre todo en época invernal, aunque el virus puede circular todo el año”, comenta la especialista.

Síntomas de la influenza

  • Fiebre (generalmente alta)

  • Dolor de cabeza

  • Respiración agitada o problemas para respirar

  • Cansancio extremo

  • Tos seca

  • Dolor de garganta

  • Falta de apetito

  • Secreción o congestión nasal

  • Dolores musculares

  • Síntomas estomacales como náusea, vómito y diarrea 

La falta de atención a estos síntomas puede derivar en complicaciones como neumonía bacteriana secundaria o viral, crisis convulsivas, encefalitis y hasta el agravamiento de enfermedades crónicas como la insuficiencia cardiaca congestiva y diabetes.

De fácil contagio

Se transmite generalmente de persona a persona, por ejemplo: si alguien tiene contacto con las gotitas de saliva de un individuo enfermo que está a un metro o un metro veinte centímetros puede contagiarse. El virus no vuela, muchas veces cae sobre superficies como una mesa, computadora, teléfono, y si alguien llega y toca esos aparatos o muebles y después lleva sus manos a sus ojos, boca o nariz, podría adquirir la enfermedad.

Quienes están infectados con este virus pueden contagiar a otros desde un día antes de enfermarse, e incluso de cinco a siete días después de enfermarse. Esto significa que una persona puede transmitirla no solo cuando está enferma, sino desde antes de saber que lo está. 

Los más susceptibles

En realidad “cualquier persona de cualquier edad y condición puede adquirir la infección y tener complicaciones. Sin embargo, hay grupos llamados “de riesgo” porque tienen más probabilidad de enfermar gravemente o de morir por influenza”. La población más vulnerable y quienes deben vacunarse obligatoriamente son:

Niños menores de dos años 

Adultos mayores de 60 años 

Individuos con ciertas condiciones médicas como: Enfermedades crónicas, cardiacas, pulmonares, renales, hepáticas, diabetes, con VIH, leucemia, problemas reumatológicos o con un sistema inmunológico débil. 

En México, el grupo de mayor riesgo en niños es de 6 meses a 5 años. Les afecta más porque generalmente la multiplicación viral en ellos es más rápida, por lo que la posibilidad de mayores complicaciones es muy grande. 

Más vale prevenir…

El primer paso y más importante es la prevención a través de la vacuna elaborada con virus muertos que se administra mediante una inyección, generalmente en el brazo. Actúa al generar anticuerpos en nuestro cuerpo para prevenir la enfermedad. Está aprobada y recomendada para aplicarse cada año en personas mayores de 6 meses, incluidos los individuos sanos y aquellos con condiciones médicas crónicas.

Si a un bebé que tiene más de 6 meses no se le ha puesto nunca, deberá recibir dos dosis con un mes de diferencia. Pero si un niño ya es mayor de nueve años, la dosis deberá ser solo una vez al año, aunque nunca se la haya puesto. Para proteger a los bebés, se recomienda que en el embarazo las mujeres se vacunen y también unos pocos meses después de que nazca su hijo. 

Los niños menores de seis meses están en mayor riesgo de tener complicaciones si contraen influenza. Sin embargo, son demasiado pequeños para vacunarse. Para protegerlos es importante que los miembros de la familia y sus cuidadores sean vacunados. 

La vacunación 

Debe iniciar en septiembre o tan pronto como la vacuna esté disponible y mantenerse durante toda la temporada de influenza: diciembre, enero, febrero y más allá. Ya que la duración de las temporadas de influenza varían año con año. Si no nos vacunamos en septiembre u octubre es importante hacerlo en enero, porque los brotes de gripe pueden ser aún mayores en febrero y marzo.  

La vacuna se puede aplicar en cualquier época del año, sin embargo es muy importante incrementar la protección en la época invernal que es cuando más circula el virus.

¿Por qué cada año?

El virus de la influenza es mutante, es decir, cambia constantemente. Esto le permite volver a afectar una y otra vez a la misma persona sin que su sistema inmunitario lo reconozca. Por ejemplo, alguien infectado con este virus desarrolla anticuerpos contra él; pero cuando el virus cambia, el anticuerpo no lo reconoce, de modo que se vuelve a producir una infección. Es por eso que la vacuna aplicada la temporada pasada no puede proteger contra los virus más recientes y debe actualizarse para incluir los virus actuales. 

Existen medicamentos antivirales recetados por los médicos que atacan la influenza cuando esta ya se ha manifestado, pero solo son una segunda línea de defensa para tratarla, y no deben sustituir a la vacuna.

Efectos secundarios

Los virus en la vacuna contra la influenza están muertos (inactivados), por lo que al aplicarse no se puede contraer la enfermedad. Pero pueden presentarse efectos secundarios leves como:

Dolor, enrojecimiento o hinchazón donde se aplicó la inyección

Fiebre (leve)

Malestar 

Suelen durar de uno a dos días. En raras ocasiones causa problemas graves como reacciones alérgicas. 

La vacuna contra la influenza forma parte del Esquema Nacional de Vacunación en México y es gratuita. 

Otras medidas de protección

Cubrirse la boca al toser y estornudar con un pañuelo desechable y tirarlo a la basura después de usarlo. 

Mantenerse alejado de personas que están enfermas.

Lavarse las manos frecuentemente con agua y jabón. Si estos no están disponibles, usar un desinfectante para manos a base de alcohol. 

Evitar tocarse los ojos, la nariz y la boca. 

Si alguien en casa está enfermo, es importante mantener a esa persona en una habitación separada de los demás.

Tirar a la basura pañuelos y otros artículos desechables usados por las personas que están enfermas en casa. 

Desinfectar las superficies como mesas, cubiertas de cocina, superficies del baño y juguetes frotándolos con un desinfectante casero. 

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La recomendación primordial es sencilla: Crear más espacio entre nuestra carga actual y nuestras limitaciones

Foto por Diana Gómez

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Por Cynthia Ramírez de Rodiles

El día de hoy todos estamos enfermos. Hay que comenzar aceptando esta realidad. Nuestra enfermedad no es la que todos tenemos en mente. En estos momentos de crisis existen cosas que contribuyen a que nuestro mundo esté lleno de sufrimiento. Pero la enfermedad a la que me refiero es la falta de margen en nuestras vidas. 

Hemos aceptado con el pretexto  de la modernidad, dejarnos llevar por un sistema que va en contra de lo que Dios diseñó para nosotros. Sin querer, nos hemos «subido al tren» del progreso,  diciéndole al mundo que más de todo y más rápido siempre es mejor. Hemos puesto nuestra fe en la tecnología y lo que el mundo nos ofrece, creyendo que el futuro será un mundo más seguro en el cual podremos realmente vivir. 

Sin darnos cuenta, hemos dispuesto nuestro tiempo, dinero y esfuerzo para buscar nuevas formas de vivir más cómodas, con menos trabajo y con más seguridad y opciones. Lo que no sabemos es el costo de estas decisiones. Sí, el progreso es bueno para la humanidad. Pero el progreso también nos empuja hacia más estrés, cambio, complejidad, intensidad, velocidad y más que nada, sobrecarga. 

La sobrecarga no la vemos con tanta facilidad, pero sí la sentimos. Nuestros cuerpos están cansados, nuestros cerebros confundidos y desenfocados, nuestras familias quebrantadas y nuestras almas en riesgo. El antídoto para esta sobrecarga es escoger vivir con margen. 

Definimos margen como el espacio entre nuestras cargas y nuestros límites. El Dr. Richard A. Swenson, en varios de sus libros sobre el tema, nos anima a estudiar con cuidado los síntomas de esta sobrecarga, pelear con todo nuestro ser y retomar el margen para el cual fuimos diseñados. En este proceso es importante recordar que tenemos límites. 

El aceptar nuestra limitación como seres humanos nos trae libertad. Al final, reconocer que Dios es Dios y nosotros no lo somos es el comienzo de una relación profunda, honesta y transformadora con nuestro Padre. Nos permite celebrar quiénes somos: hijos amados de un Creador. Si entendemos bien quién y de quién somos, podemos decir que sí a lo que nuestro Creador nos ofrece: Una vida con limitaciones, bajo su soberanía y que depende de él, en la cual nosotros no intentamos ser dioses ni todopoderosos. Ahí encontramos verdadera vida y libertad. 

Nuestra generación está viviendo en un mundo cuyo Dios aparentemente ya no los invita a estar «en lugares de delicados pastos o junto a aguas de reposo» (Salmo 23). ¿Creemos que Dios está a favor del agotamiento? ¿Podemos tener un encuentro con Dios solo si logramos hacer todo y lo hacemos más rápido que antes? La respuesta es un acentuado NO. Dios no ha cambiado. Nosotros hemos cambiado y desviado nuestra idolatría hacia el «progreso de la humanidad».

Estamos viviendo un aceleramiento sin precedente de: velocidad de viajes, el poder de las computadoras, la era de la información, niveles de litigación, avances tecnológicos, deudas internacionales, sobrepoblación, movilidad, vulnerabilidad al terrorismo, congestión de tráfico en tierra y aire, disponibilidad de drogas, aborto, desintegración de la familia, desaparición de tradiciones y control de la población a través de los medios de comunicación, por mencionar algunos. 

¿Qué hacer ante esta gran era de sobrecarga? ¿Cómo retomar el margen de nuevo? ¿Cómo comenzar a vivir en nuestras limitaciones una vez más? 

Aquí menciono algunas recomendaciones tomadas de la investigación del Dr. Richard Swanson. Unas son más fáciles de implementar que otras y cada quien es diferente, pero todos podemos ir poco a poco retomando el diseño de Dios para nuestras vidas. Después, con la gracia de Dios y mucho, mucho trabajo, podremos de nuevo llegar a los «lugares de delicados pastos» y las «aguas de reposo» que el Señor nos ofrece. Al estar ahí, todo habrá valido la pena. 

En medio de la complejidad de nuestra vida, Dios aún nos busca y nos habla. Eso es cierto, pero también nos invita a ser intencionales y a crear espacio para retomar el margen que él desea para nosotros. 

La recomendación primordial es sencilla: Crear más espacio entre nuestra carga actual y nuestras limitaciones. Es decir, necesitamos asegurarnos de que tenemos el poder (energía, tiempo, habilidad, finanzas, estructura social, entrenamiento, fortaleza física y emocional, etc.) para lo que aceptamos en nuestra vida como una carga (trabajo, problemas, obligaciones, compromisos, expectativas internas y externas, deudas, conflictos interpersonales y más).

Por ejemplo, si tenemos 24 horas al día, planeemos dormir 8 y ver menos televisión. Guardemos una hora  para descansar y responder a las interrupciones que surjan. Si tenemos 100 pesos, usemos 70 y ahorremos 30 para tener un guardadito para los imprevistos. Protejamos el margen. 

Hay cosas que no podemos controlar, pero hay otras que sí están bajo nuestro control. No somos víctimas del sistema. No tenemos que creer que esto es lo que nos tocó y no tenemos opción. La mayoría de las veces, sí podemos hacer algo al respecto. 

Vivir con intención. Nadie más va a hacer los cambios por nosotros. Lara Casey, que fundó un ministerio para apoyar a personas que quieren definir sus metas con base en lo que verdaderamente importa, dice: “Cuando el dolor de quedarte igual sea mayor al dolor que causa el cambio, vas a hacer algo al respecto”. Tiene mucha razón. Nadie tiene tiempo para ayudarnos y nadie lo va a hacer por nosotros. Si sentimos que la vida pasa demasiado rápido y que estamos en un tren que alguien más está manejando, decidamos cambiar. Dios nos puede dirigir y nos va a ayudar, pero tenemos que estar dispuestos. 

Recordar cada día  que  Dios es el Creador y que nosotros tenemos límites. Es bueno escribirlo y verlo cada día. No esperemos de nosotros mismos ni de otros lo que solo Dios puede hacer. Recordemos quiénes somos. Tenemos un Creador infinito y somos parte de su creación finita. 

Poner todo en orden. Las personas son más importantes que las cosas. La muerte nos recuerda que todos tenemos nuestros días contados. Cada día que tenemos es un regalo de Dios para estar en relación con otros. Si creemos que Dios creó al ser humano a su imagen y que todas las personas valen, debemos asegurarnos de que nuestras decisiones y relaciones reflejen nuestra teología. 

Aprender a decir que no. Para decir que sí a la invitación de Dios para nuestras vidas es necesario decir que no a otras cosas. Todos tenemos solamente 24 horas en nuestros días, ni  un minuto más ni un minuto menos. Es imposible que el día sea más largo. No estamos llamados a hacer todo. Dejemos de hacer cosas buenas para poder enfocarnos en lo mejor. 

Dejar de correr. Bajarle al ritmo de vida. ¿Por qué tenemos tanta prisa? Dios creó el tiempo y creó el tiempo suficiente. No se le olvidó añadir una hora más a nuestro día. Dios trabaja en una línea de tiempo muy diferente a la nuestra. Cuando Jesús estaba en la Tierra caminaba a todos lados. Se tomaba el tiempo para ministrarle a la persona que estaba justo frente a él. No corría a todos lados. Tenemos que aprender a detenernos y poner atención a la persona que está frente a nosotros. No significa que no avancemos. Existe una línea muy delgada entre ir rápido e ir demasiado rápido. Dallas Willard dijo: «El enemigo más grande de nuestra alma es la prisa. Tienes que despiadadamente eliminar la prisa de tu vida». Aunque nos cueste admitirlo, el reloj y Cristo no son buenos amigos. De una manera paradójica, tenemos que ir más despacio para poder alcanzar a Dios. 

Vivir sencillamente y aprender a tener contentamiento. Recordemos que no fuimos creados para solo cuidar de nuestras cosas. Estas existen para servirnos a nosotros y para que podamos llevar a cabo el llamado de Dios en nuestras vidas. Dejemos de compararnos con nuestros vecinos y busquemos tener solo lo que necesitamos. Las cosas no deben tener el afecto de nuestro corazón. Un hombre cuáquero cuenta que alguien de fuera llegó a su comunidad. Al darle la bienvenida le dijo: «Si algún día necesitas algo, no dudes en buscarme. Con mucho gusto te explico cómo vivir sin eso». Hay mucha sabiduría ahí. 

Dominar la tecnología. No podemos vivir con margen si no apagamos la tecnología. Es importante tomar un tiempo para discernir cuál debe ser nuestra relación con la tecnología. No podemos contestar todos los mensajes que llegan, en el momento que nos llegan con la misma calidad de intención y profundidad. No podemos despertar todos los días esperando que nuestros dispositivos nos marquen lo que es más importante para cada día. Apaguemos nuestros dispositivos. Creemos espacios en los cuales estos no nos dicten lo que hacemos con cada momento en familia. Creemos límites claros. Busquemos el botón de APAGADO y usémoslo.

Desconectarnos y buscar tiempos de soledad con Dios. Busquemos una práctica de descanso con Dios, de preferencia un día completo de 24 horas en el cual podemos detenernos, parar, descansar, alabar y deleitarnos con nuestro Creador. Ahora no tenemos espacios naturales para estar solos, han desaparecido por completo. Pero podemos crearlos y pelear por ellos. Todos necesitamos tiempo para descansar y espacio para escucharnos pensar. No podemos saber lo que está pasando en nuestro corazón y nuestras emociones si no estamos en silencio y dejamos de escuchar las voces de los demás. Dios nos habla a veces en susurros. El ruido a nuestro alrededor nos impide escucharlo. Hagámoslo una prioridad. 

Apagar la televisión. Si sentimos que nos hace falta tiempo, apaguemos la televisión. El mexicano promedio tiene prendida la tele 8 horas y 23 minutos al día. ¡Toda una jornada de trabajo! Es difícil, pero veremos una gran diferencia. 

Controlar nuestras deudas. Vivamos dentro de nuestros límites. Si no nos alcanza, no lo compremos. Ataquemos nuestros pagos mensuales con pasión. El deseo de Dios no es que estemos preocupados todo el tiempo por el dinero. Gastemos menos. 

Establecer y defender los límites en la familia. Podemos decidir el ambiente de nuestra casa. Muchas veces los límites nos dan libertad para vivir abundantemente. (Por ejemplo, si estamos casados podemos escoger no salir a solas con alguien del género opuesto que no sea nuestra pareja. Es un límite claro que muestra con claridad nuestras prioridades y que nos puede proteger).  En ocasiones permitimos que otros crucen líneas relacionales que están ahí para crear un espacio seguro entre dos o más personas. No aceptemos comportamientos insanos por miedo a decepcionar a otros. Jesús decepcionó a muchas personas. Aceptemos que no estamos en esta Tierra para agradar a todos. 

Descansar y dormir. Jesús mismo tomó siestas y salió de reuniones para descansar. El escoger dormir cada noche es de los actos de fe más claros que podemos practicar. Escogemos decir «Dios, tú puedes sostener el mundo mientras yo duermo. Confío en ti y descanso en tu soberanía para mi y para mi familia. Descanso en paz porque tú no duermes». Peleemos por 7-8 horas de sueño de calidad cada noche. Es un lujo en estos días, pero podemos priorizarlo y disfrutarlo. Dios nos diseñó para dormir. ¡Es un gran regalo!

Disfrutar de la vida, reírnos, escuchar música y pasar tiempo en la naturaleza. Los que ríen más, sanan más fácilmente. ¡Un niño de 4 años se ríe cada 4 minutos; 400 veces al día! Pero una persona de más de 53 años se ríe 15 veces al día. Es muy triste. ¡Dios nos ofrece vida en abundancia! Decidamos disfrutar de sus regalos más preciados  día a día. La música y la naturaleza nos apuntan a la creatividad de Dios. 

Invertir en amistades profundas. No necesitamos ser amigos de todos, solo de algunas personas que nos guíen hacia Jesús. La mejor medicina incluye buenas amistades. Tengamos conversaciones difíciles y profundas, no sencillas, fáciles y superficiales. Seamos un buen amigo y no nos sorprendamos cuando haya interrupciones en nuestro día. Dios trabaja, la mayoría del tiempo, por medio de esas interrupciones. 

Tener fe en Dios. No intentemos ser dios para nuestra familia, amistades o en nuestro trabajo. No intentemos controlar nuestra salud. No pretendamos hacer lo que no podemos. No nos comprometamos con cosas que sabemos no nos corresponden. No tomemos cargas que no fueron diseñadas para nosotros. Dios es Dios. Nosotros somos sus hijos  amados. Esa es la verdad y la Verdad nos hará libres. 

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Cómo asegurar una correcta alimentación

9 consejos para lograr una ingesta saludable

Foto por Maddy Morrison

Foto por Maddy Morrison

Por Nallieli Pérez Mercado

Consideramos como una alimentación correcta la que abarca todos los grupos comestibles, es decir: frutas, verduras, cereales, leguminosas y alimentos de origen animal.

Desde luego esta ingesta debe ser en las porciones adecuadas y debe de cumplir con las necesidades específicas de cada persona, las cuales están determinadas por su gasto energético basal y condiciones de estrés.

Estos factores varían de persona a persona, dependiendo de su actividad, estado físico, complexión y edad.

Si se lleva una alimentación correcta encontramos la mejor manera de prevenir y controlar el sobrepeso, obesidad y otras enfermedades como la diabetes y presión alta, entre otras.

Es muy importante asegurarse de tener una alimentación correcta a lo largo de la vida, para tener un desarrollo pleno y sobre todo sano.

 Consejos para lograr una ingesta saludable:

1.-Incluye en las comidas del día al menos un alimento de cada uno de los tres grupos (leguminosas y alimentos de origen animal, cereales, verduras y frutas).

2.- Come verduras y frutas, de preferencia crudas y con cáscara, para disminuir la densidad energética en la dieta.

3.- Combina cereales integrales con semillas de leguminosas en cada comida.

4.- Consume alimentos de origen animal con moderación. Prefiere las carnes blancas (como el pescado o el pollo sin piel) a las carnes rojas (como la de cerdo o res).

5.- Toma agua simple, no más de 2 litros al día.

6.- Evita en lo posible grasas, aceites, azúcar, edulcorantes y sal, así como los alimentos que los contienen.

7.- Realiza tres comidas principales y dos colaciones al día y procura hacerlo a la misma hora.

8.- Come tranquilo, sentado y sin hacer otras actividades que interfieran con la percepción del hambre y la saciedad.

9.- Lávate las manos con jabón antes de preparar, servir y comer tus alimentos. La higiene es básica.

Siguiendo estos sencillos consejos, con seguridad tendrás una mejor salud. Los alimentos son un regalo de Dios para tu bien, aprovéchalos con sabiduría.

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