Pensamientos después de hacer ejercicio

Foro por Diana Gómez

Observa tus pensamientos al terminar una rutina de ejercicio

Por Adaía Sánchez

Por mucho tiempo los pensamientos que surgían en mi mente después de hacer ejercicio circulaban alrededor de la vergüenza y la culpa. «No aguantaste nada», «necesitas seguir esculpiendo esos gorditos», «si todos los días te ejercitaras como hoy, por fin lograrías tener el cuerpo que deseas». 

Claro que estos pensamientos no estaban en mi mente «de a gratis». La cultura a nuestro alrededor nos bombardea con su concepto de belleza, con estereotipos sobre cómo debe ser un cuerpo de mujer, sexualizándolo en exceso, aun cuando apenas entramos a la pubertad. 

La cultura de la vida fitness también hace su parte al vendernos soluciones mágicas para lograr «nuestro peso ideal» o un cuerpo digno de posar en bikini. Esta industria nos ofrece ejercicios cada vez más intensos para quemar la mayor cantidad de calorías, tratamientos reductores, remedios para adelgazar y más. Esa es la razón por la que hacemos ejercicio, ¿no?

Durante años no me percaté de la manera en la que todo esto afectaba mi mente, la forma en la que percibía mi cuerpo e incluso mi relación con Dios. Y aunque no me daba cuenta, estas ideas se reforzaban más y más en mi interior con cada sesión de ejercicio. 

Estudios recientes han demostrado que el ejercicio no solo tiene poderosos efectos en nuestra capacidad cardiovascular, respiratoria, esquelética y muscular, sino también en nuestro cerebro.  

Wendy Suzuki, profesora de Neurociencias en la Universidad de Nueva York, afirma que: «El ejercicio es la actividad más transformadora que uno puede hacer hoy por su cerebro […] tan solo una sesión de ejercicio puede mejorar tu habilidad de adaptación y concentración, y esa mejora en la concentración durará por lo menos dos horas».

Estos efectos son inmediatos, por lo que podríamos decir que este es un momento muy vulnerable para nuestro cerebro y es por eso que los mensajes que escuchamos o nos decimos a nosotras mismas durante y después del ejercicio tienen tanta importancia. 

Si el nivel de enfoque de mi cerebro está en su punto más alto después de ejercitarme, el uso que le dé en ese momento es crucial. La Palabra de Dios nos dice: «Concéntrense en todo lo que es verdadero, todo lo honorable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo bello y todo lo admirable. Piensen en cosas excelentes y dignas de alabanza» (Filipenses 4:8).

Una sesión de ejercicio es una oportunidad perfecta para meditar en la verdad de Dios. Algunas personas dirán que es muy difícil pensar en dos cosas al mismo tiempo, pero estos procesos de aprendizaje en nuestro cerebro suceden, ya sea que pongamos atención en ellos o no. 

He descubierto que los movimientos y la flexión de los músculos son solo la mitad del trabajo. La otra mitad tiene que ver con lo que pasa por mi mente y con estar presente en mi cuerpo, aprovechando para bien la conexión que hay entre ambos.

Poco a poco he filtrado mis pensamientos de vergüenza y culpa y he elegido algunos nuevos para meditar en ellos mientras me muevo: «Dios diseñó mi cuerpo y es algo bueno», «Mi cuerpo puede hacer cosas increíbles», «Dios trabaja en mí a través del esfuerzo y la incomodidad», «Mi cuerpo fue hecho para amar a Dios y para amar a otros»,  «Ser gentil con mi cuerpo, importa».

Me he propuesto agradecer por el diseño perfecto de Dios en mí, disfrutando el movimiento y celebrando en mi espíritu el maravilloso regalo de tener este cuerpo. Requiere tiempo e intencionalidad, pero vale la pena al cien por ciento.

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