La gran confusión
Por Cynthia Ramirez de Rodiles
Adaptado del capítulo “Vive tu diseño” del libro Mujer, Renuévate
Tristemente hay muchos malentendidos el día de hoy con los conceptos de salud. Decimos: “¡Te ves muy bien!” y lo que notamos es pérdida de peso o un cambio de look. Igualamos delgado o perfecto con bueno y saludable.
“¡Hay que comer sano!” y asumimos estar hablando de dietas extremas zero azúcar o basadas en agobio o ansiedad.
“¡Vamos a spinning, es súper bueno para la salud!” aún cuando sabemos los riesgos de ciertos tipos de ejercicio en la longevidad de nuestro cuerpo.
“¡Nimodo, te tocó!” en muchas ocasiones cuando asumimos que la salud es algo que los dioses deciden y que no podemos hacer nada al respecto.
“¡Uff, en unos días te recuperas! ¡Valió la pena!” animándonos a seguir con un ritmo de vida insostenible y asumiendo que caer enfermo es normal y que vale la pena.
“¡Toma más medicamento!” acertando que es la solución, aún en situaciones de depresión que no ameritan el uso de químicos en el cerebro.
“¡Las mujeres bonitas no son inteligentes y viceversa! ¡No se puede tener todo!” cosa que no siempre decimos en voz alta pero lo pensamos, juzgando y comparándonos con otras en base a esto. Hemos creído que la salud es primordialmente física, determinada por estándares del mundo, absoluta, inaccesible para muchos y en algunos casos, fuera del terreno del cual es responsable la Iglesia.
El mundo se aprovecha de esta confusión y tristemente la mayoría de los cristianos no son la excepción. Hemos creído las mismas mentiras, en gran parte por el silencio de muchos púlpitos al respecto. Cuando no ha habido silencio, en ocasiones se han utilizado porciones de la Biblia para reafirmar mentiras sobre este tema con comentarios como: “Lo más importante es tu relación con Dios” (que tomado fuera de contexto parece asumir que lo que hacemos con nuestro cuerpo no importa),
“Dalo todo por Jesús y por su Iglesia” (que se puede malinterpretar diciendo que el descanso no es necesario o que vale la pena terminar enfermo si se estaba trabajando para el Señor).
“El cuerpo de la mujer es para el esposo” (palabras que se han usado y malinterpretado en ocasiones para ejercer fuerza y abuso dentro de la Iglesia, quitándole a la mujer la habilidad de defenderse, cuidarse o poner límites en cuanto a su cuerpo).
“Dios es el único que te puede sanar” (a veces animando a las personas a esperar un milagro sin poner de su parte).
Y “Los pecados del cuerpo son los peores” (asumiendo una jerarquía entre pecados como el orgullo y la avaricia y el sexo fuera del matrimonio o las adicciones a sustancias físicas con las drogas o el alcohol).
En ocasiones, no se ha dado importancia a la teología de la Encarnación, verdad que encontramos en la Biblia al saber que Dios escogió venir a este mundo en un cuerpo humano. (Siendo 100% Dios y 100% humano) Y tristemente, gracias a varios sucesos importantes en la historia, la Iglesia Cristiana ha enseñado (erróneamente) que hay separación entre lo sagrado y lo secular, el espíritu siendo sagrado y el cuerpo siendo secular.
Por muchos años se ha enseñado que debemos rechazar nuestra carne, y muchos lo malinterpretan para decir que todo lo que tiene que ver con el cuerpo pasa a segundo término o en algunos casos hasta pecado.
No cabe duda de que lo que creemos y cómo actuamos ante todo esto tiene implicaciones de vida o muerte, mucho más allá de lo que nos es cómodo reconocer.
¿Qué mentiras has creído tú sobre este tema? ¿Qué han dicho otros sobre ti? ¿Cómo te han enseñado o cómo has enseñado a otros? ¿Qué palabras has usado para describir tu cuerpo o la relación que tienes con tu cuerpo? ¿Qué batallas has perdido? ¿Qué necesitas reconciliar?
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