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La dieta de la zona

Foto por Diana Gómez

Por Karina Rodríguez Chiw

El programa nutricional de la Zona surgió hace más de 20 años. Su creador el Dr. Barry Sears, científico e investigador de la Universidad de Boston y del Instituto Tecnológico de Massachusetts, buscaba un medicamento que frenara su condición genética cardiaca, enfermedad que lo llevaría a la muerte, tal como les había sucedido a su papá, tíos y hermanos. 

Tomando las bases ancestrales de Hipócrates, médico griego, quien decía que la comida debe ser nuestra medicina; descubrió que los alimentos pueden actuar en nuestros genes de manera positiva o negativa. 

Según las investigaciones del doctor Sears, los alimentos pueden actuar a nuestro favor, ya que a través de lo que comemos podemos disminuir nuestra condición genética no favorable que nos predispone hacia ciertas enfermedades (crónico-degenerativas) como las cardiovasculares, el cáncer, la obesidad y la diabetes, entre otras. 

Y es que, “cuando las proteínas, los carbohidratos y las grasas se desdoblan y entran en la sangre producen ciertas respuestas hormonales. Si estas son correctas, es decir, antiinflamatorias, los genes malos se inhiben y se activan los genes buenos, lo cual nos ayuda a prevenir enfermedades”, señala la doctora Silvia de Lourdes Orozco Aviña, Directora General de la Zona en México (zonediet.com.mx). 

Pero si son incorrectas provocan inflamación celular, la cual es responsable de las enfermedades crónico-degenerativas que afectan a miles de personas en todo el mundo. Por eso es importante que aprendamos a combinar los alimentos y que adquiramos hábitos positivos en nuestra vida diaria.

Los principios básicos que la dieta de la Zona establece para una sana alimentación son equilibrio y moderación. Lo importante en este plan es aprender a comer. El primer paso es racionar nuestros platos en cada comida y no ingerir demasiadas calorías en una sola sentada. 

Lo ideal es combinar proteínas, carbohidratos y grasas de manera equilibrada; ya que cada grupo de alimentos tiene una función específica y mezclarlos de manera adecuada nos permite aprovechar al máximo sus beneficios evitando sus efectos negativos.

Proteínas. El cuerpo necesita una dotación constante de proteínas para reemplazar las que pierde a diario. Si no las consumimos los músculos se debilitan y el sistema inmunológico se hace menos efectivo. 

Además, estimulan la liberación de glucagón, una hormona de movilización que le indica al cuerpo la cantidad de carbohidratos almacenados que debe liberar desde el hígado para mantener los niveles adecuados de glucosa que va al cerebro. 

Si no ingerimos la cantidad adecuada de proteína en una comida, dos o tres horas después sentiremos hambre porque no podremos mantener los niveles de glucosa. El glucagón evita la secreción excesiva de insulina.

Las mejores son las proteínas bajas en grasa, por ejemplo: pollo sin piel, pavo, pescado, carne magra, claras de huevo, productos lácteos bajos en grasas, tofu o imitaciones de carne elaboradas con soya. En una comida no deben consumirse más proteínas que las que quepan en la palma de la mano. 

Carbohidratos. Elige los carbohidratos “favorables” con baja capacidad para estimular la insulina (baja carga glicémica) y evita los “desfavorables”, que tienen una alta capacidad para estimular la insulina (alta carga glicémica). 

Los vegetales (a excepción del maíz, zanahorias y betabel) tienen una menor carga glicémica, así como las frutas (exceptuando los plátanos y pasas). Los granos y las harinas: pasta, pan, papas, etc. (a excepción de la avena y la cebada, que son ricos en fibra soluble) tienen cargas glicémicas muy altas. 

Grasa. Aunque suene contradictorio, se necesita grasa para quemar grasa. Pero no todas son iguales. Existen dos tipos: las “buenas” como las grasas mono insaturadas (que provienen del aceite de oliva, ciertos tipos de nueces, almendras y del aguacate) y los ácidos grasos esenciales Omega 3 de cadena larga que se obtienen de los pescados (azules como atún, salmón, macarela, etc.) y de los aceites de pescado (el mejor es el aceite grado farmacéutico por su pureza y concentración). 

Evita las grasas saturadas (que están en cortes grasosos de carne roja y productos lácteos enteros), las grasas-trans (grasas artificiales que están en todos los alimentos procesados) y el ácido araquidónico (de cortes grasosos de carnes rojas, yema de huevo y vísceras). 

El mejor tratamiento para controlar la inflamación celular silenciosa es una dieta de baja carga glicémica que incluya en cada comida una porción de proteínas, carbohidratos ('favorables') y grasas ('buenas'). 

También deben incluirse altas dosis de aceite de pescado grado farmacéutico (con concentraciones elevadas de ácidos grasos Omega 3). 

Estas “estrategias nutricionales permiten mantener la inflamación celular bajo control de por vida y sin efectos secundarios”, advierte el doctor Gustavo Orozco Aviña, director Médico del Instituto de Investigación de la Inflamación A.C.

Según el Instituto de Investigación de la Inflamación A. C. un nivel de inflamación celular normal debe ser de 1.5, mientras que los latinos tenemos un nivel de 18 (iinvi.org)

¡Manos a la Obra!

Al ser un plan de alimentación no restrictivo y que incluye todos los nutrimentos, tanto niños como adultos pueden obtener sus beneficios. Así que apliquémoslo en la dieta familiar. 

Primero, dividamos el plato en tres secciones. En un tercio se coloca un poco de proteínas bajas en grasa que no sean más grandes ni más gruesas que la palma de la mano. Luego se llenan los otros dos tercios del plato con frutas y vegetales. 

Se añade una pizca de grasas monoinsaturadas como: aceite de oliva, almendras rebanadas o hasta guacamole, y ¡listo, tenemos nuestra comida en la Zona! 

Los beneficios hormonales de cada comida duran solo cuatro horas, por eso tenemos que comer así en cada comida y colación para obtener el mejor funcionamiento hormonal. Nuestra comida debe ser como una medicina: debemos tomar la dosis correcta a la hora adecuada. 

Evitemos comer todas las proteínas en una sola comida y todos los carbohidratos en la siguiente, porque los niveles de insulina se elevarán.

Dos buenos hábitos:

1. Realizar ejercicio moderado. Este reduce la inflamación celular y el intenso la incrementa. Lo ideal es hacer 30 minutos de caminata a diario a paso lento moderado (en el que puedas platicar). 

2. Controlar el estrés. Tomar tiempo para respirar, reflexionar, orar y relajarse. El estrés genera mucha inflamación celular. 

Beneficios de vivir en la Zona.

Estos dos hábitos dan como resultado:

Mayor concentración. Mantiene los niveles de glucosa estables durante el día y el cerebro está constantemente provisto de energía. 

Mayor rendimiento. Estabiliza los niveles de insulina, entonces la grasa almacenada se convierte en una gran fuente de energía para todo el día. 

Mejor imagen. Ayuda a perder o mantener el peso, exclusivamente de tejido graso y no de agua ni de músculo. 

Bienestar. Evita los bajones de glucosa que nos hacen estar cansados, hambrientos e irritables. 

Previene el riesgo de enfermedades crónico degenerativas, como cardiovasculares, diabetes, artritis, osteoporosis y cáncer.

Menos infecciones. Se fortalece el sistema inmunológico al consumir una cantidad adecuada de proteínas.

Tenemos solo un cuerpo. Debemos tratarlo con sabiduría, cuidándolo y protegiéndolo de los ataques del medio ambiente. La forma en que comemos es crucial. Seamos buenos mayordomos del cuerpo que Dios nos ha dado.   

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