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La comida, la mejor medicina

Foto por Maddy Morrison

Por Cynthia Ramírez

A lo largo de mi vida he padecido varios problemas de salud relacionados con el funcionamiento de mis intestinos. Esto me ha llevado a buscar estrategias prácticas e inteligentes para resolverlo y a profundizar en mis estudios sobre nutrición a través de entrenamientos y certificaciones. 

Con el tiempo descubrí varias cosas. Primero, que había muchos huecos en mi educación acerca de cómo alimentarme de forma saludable. Segundo, que la comida es la mejor medicina que Dios nos ha regalado a través de su creación. Tercero, que la nutrición es una de las piezas más importantes de la salud integral. Y por último, que un descanso adecuado es el mejor suplemento de una buena alimentación. 

Entonces, si quiero hacer cambios en distintas áreas de mi vida, la comida y el descanso deben ser lo primero en la lista. Por eso, hoy te comparto algunas lecciones importantes que he aprendido:

La salud de nuestro cuerpo tiene mucho que ver con cómo lo alimentamos. 

Lamentablemente la relación de nuestra sociedad con la comida está quebrantada. En vez de ser considerada una bendición, se ha vuelto un objeto de esclavitud. Este no es el propósito original con el que fue creada. 

El diseño de Dios se manifiesta de forma intrínseca en toda la creación. Fuimos creados para conectarnos y beneficiarnos con lo que nos rodea. Aprendemos, crecemos y experimentamos la transformación de Dios al recibir los regalos que Él tiene para nosotros en la creación, incluyendo las plantas y la extensa variedad de alimentos. 

Sin embargo, hoy en día la solución a los problemas de alimentación ya no es tan simple como comer más frutas y verduras. En nuestra cultura industrializada hay muchas sustancias adicionadas en los alimentos como: fertilizantes, pesticidas y conservadores. 

Además hemos mermado las tierras cultivables y contaminado tanto el planeta que debemos ser cuidadosos e informarnos bien antes de comprar o comer algo, siempre buscando las opciones más naturales.

Muy a menudo creemos mentiras con respecto a la comida. 

En años recientes los médicos han desmentido el modelo de nutrición que por muchos años rigió el consumo y la producción de la industria alimentaria. 

Como producto de ese modelo, surgieron los productos light y bajos en grasa, que supuestamente eran mejores para la salud; pero al pasar los años se dieron cuenta de que los azúcares que adicionan a este tipo de productos son aún más dañinos que las grasas de origen animal que pretendían sustituir. 

Este suceso nos deja una gran lección, lo más importante no es el número de calorías que consumimos sino la calidad de los alimentos que metemos a nuestro cuerpo.

Al igual que esta, hay otras mentiras que determinan nuestra percepción de la comida. Algunas son culturales, otras familiares y personales. Por eso, es muy importante detenernos a cuestionar estas percepciones, escuchar a nuestro cuerpo y elegir con sabiduría de la enorme riqueza que Dios nos ha brindado a través de la tierra.

La comida puede ser medicina para nuestro cuerpo o un factor de enfermedad. Es indispensable que entendamos la diferencia y la única forma de hacerlo es estar bien informados en temas de nutrición y salud.

La Biblia dice que conocer la verdad nos hará libres y descubrir qué es lo mejor para nuestro cuerpo en relación a la comida, da una libertad maravillosa. 

Tener ritmos de descanso es esencial. 

Aunque llevemos la mejor alimentación del mundo, hay funciones esenciales que nuestro cuerpo realiza solo mientras dormimos. Así que nuestras horas de sueño son irremplazables.

Ir a dormir cada noche es un gran acto de fe. Cuando cerramos los ojos y nos rendimos totalmente a la autoridad y soberanía de Dios, permitimos que nuestro cuerpo descanse, se regenere y haga lo que fue diseñado para hacer.

Es importante tener ritmos de descanso en nuestra vida: dormir siempre a la misma hora, trabajar seis días y descansar uno, además de tomar vacaciones por lo menos una vez al año. No tiene que ser un viaje costoso, cambiar de aire siempre reanima. Seamos creativas y disciplinadas para lograr estos ritmos de descanso.

Reconocer nuestra responsabilidad y dejarle el resto a Dios.  

Hoy entiendo que la respuesta a mis problemas de salud es una combinación entre mis buenas o, más bien, “mejores” decisiones y la abundante gracia de Dios para mí cada día. 

Sin importar nuestros antecedentes, estatus socioeconómico o lugar de residencia, un estilo de vida saludable está al alcance de todos. Aún así, siempre habrá cosas que no podemos controlar. 

No debemos permitir que aquello que está fuera de nuestras manos nos robe el gozo. Dios es bueno y soberano. Nos ama como nadie y aunque las cosas no siempre salen como nosotras queremos, Él sigue siendo bueno. Podemos confiar en Él y en su plan para nosotras. 

Es cuestión de encontrar las opciones que funcionen mejor para nosotras y nuestras familias. Seamos buenos mayordomos de lo que Dios nos ha dado, hagamos nuestra parte al comer bien y tener hábitos saludables mientras confiamos y descansamos en que Él hará el resto.

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