Cómo cultivar la disciplina del agradecimiento en medio de un año tan complicado

Foto por Irais Téllez

Foto por Irais Téllez

Por Cynthia Ramírez

¿Vale la pena intentarlo? ¿Cuál es la invitación de Dios para nosotros? 

Algunas personas dicen que ser agradecido implica escoger lo que vemos. De alguna manera es como esconder las cosas incómodas, difíciles y sin solución, y poner nuestra atención sobre aquellas que nos hacen sentir bien.  Nos permite cerrar los ojos, ver praderas y oler las rosas en el viento.

Otros sugieren que ser agradecidos en medio del estrés, es simplemente aguantarnos lo que en verdad pensamos o sentimos y mantenernos callados o no quejarnos de más. Aprender a tener contentamiento con nuestras circunstancias, incluso si no son las que anhelamos. 

Barbara Brown Taylor en su libro titulado Aprendiendo a caminar en la oscuridad nos reta a considerar un tercer escenario: ¿Es posible aprender a caminar en la oscuridad? ¿Será la luz de Dios suficiente, aun en medio de la niebla?  

Al acercarnos al tradicional Día de Acción de Gracias (que se celebra en varios países) quizá estemos luchando para hallar un momento de encuentro honesto y realista con nuestro Creador, que sea respetuoso de su mano soberana. 

Para algunos ha sido el mejor año de su vida, pero no fue gratis. Todos hemos sido afectados y hemos tenido más pérdidas de las que podemos contar como sociedad, Iglesia y familias. Es posible que para muchos, esta temporada de Acción de Gracias sea la primera en varios años en la cual nos sentimos “despiertos” de nuevo (o tal vez por primera vez) al dolor, al regalo de la vida, de la amistad y de la verdadera adoración.  

Es cierto que el agradecimiento es un cambio radical de perspectiva y nos da lentes nuevos para lidiar con lo que trae cada día. En estos tiempos difíciles, puede marcar la diferencia entre florecer o solo sobrevivir. 

“La gratitud desbloquea la plenitud de la vida. 

Lo que tenemos lo vuelve suficiente, y más. 

Convierte la negación en aceptación, caos en orden, 

confusión en claridad. Puede convertir 

una comida en un banquete, una casa en un hogar, 

un extraño en un amigo”.

— Melody Beatti

Sin embargo, la disciplina de la gratitud es mucho más que un cambio de perspectiva. Es una nueva realidad. Es aprender a vivir en un hogar temporal. Es reconocer que nuestro anhelo de ver todas las cosas renovadas, aún no se cumple en su totalidad. 

Es aprender a plantar árboles, aunque sabemos que posiblemente los talen para construir más departamentos. Es pintar nuestra casa y buscar que se vea bonita, aunque estemos rentando y no sepamos cuánto tiempo estaremos ahí. Es seguir intentando tener hijos, aunque por varios años nuestro esfuerzo no haya dado fruto. Es compartir nuestro corazón con nuevos amigos, sabiendo que el dolor de no ser comprendidos es inevitable. 

Ser agradecidos también es casarse y cultivar una vida juntos, conscientes de que en cualquier momento nos puede ser arrebatada. Es buscar a nuestra comunidad de fe, aunque todo nuestro ser grite que por Zoom, simplemente no es lo mismo. Es hacer ejercicio y nutrir nuestro cuerpo, incluso con la seguridad de que pronto seremos polvo de nuevo. Es cantar una y otra vez que Dios es fiel, conscientes de que, cuando nuestra fe flaquee, alguien más cantará por nosotros. 

En Jeremías 29:5-9 Dios le dio al pueblo de Israel un manual para vivir en medio de la oscuridad del cautiverio. La actual cuarentena  nos ha permitido identificarnos con ellos y nos da la oportunidad de responder a las mismas instrucciones. Este pasaje nos reafirma lo que podemos esperar del Dios que nunca cambia:

“Edifiquen casas y hagan planes para quedarse. Planten huertos y coman del fruto que produzcan. Cásense y tengan hijos. Luego encuentren esposos y esposas para ellos para que tengan muchos nietos. ¡Multiplíquense! ¡No disminuyan! Y trabajen por la paz y prosperidad de la ciudad donde los envié al destierro. Pidan al Señor por la ciudad, porque del bienestar de la ciudad dependerá el bienestar de ustedes” (Jer 29:5-7 NTV).

Los versículos 8 y 9 terminan con una advertencia contra los falsos profetas. ¿Qué mentiras hemos creído en este tiempo? ¿Qué nos ha impedido edificar y hacer planes? ¿Qué amistades hemos abandonado porque el futuro es incierto? ¿Cuántas veces hemos tenido un rayito de esperanza que hemos apagado con nuestras propias excusas? 

¿Qué anhelos han surgido en lo más profundo de nuestro ser, que hemos ignorado? ¿Cuántas veces hemos querido buscar la paz de nuestra ciudad, para luego dejar que el fatalismo y el cinismo dicten nuestro nivel de involucramiento? ¿En qué áreas nos ha paralizado esta oscuridad?  

“Todo duelo en realidad es una nostalgia por nuestro verdadero hogar”.

—Lanier Ivester

Entonces, ¿cómo sería nuestro encuentro con Dios si al hacer la lista de cosas por las cuales estamos agradecidos incluimos su promesa de una nueva creación? En vez de solo decir que estamos agradecidos, ¿podemos describir nuestras áreas de incomodidad, de duelo y de situaciones no resueltas? ¿Será posible reconocer nuestro anhelo de lo que Dios va a hacer, pero con los pies en la tierra?

Pronto celebraremos el nacimiento de Jesús. En este año, de manera especial, recordemos que Dios mismo quiso venir a vivir entre nosotros. ¡Qué increíble! Por un tiempo, esta Tierra, con toda su oscuridad, fue su hogar. Echó raíces, aprendió a trabajar la madera, sirvió a su Padre, invirtió en sus amigos y hasta fue a una boda. Caminó entre nosotros. 

No permitamos que nuestro anhelo por lo que aún no se cumple, nos impida arraigarnos y vivir como Jesús mismo lo hizo. 

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